www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/4
 
La otra guerra
Mitos de la revolución cubana: Una investigación destapa las contradicciones entre las guerrillas de Castro y el movimiento urbano.
por ELIZABETH BURGOS, París
 

El origen de la revolución

Sin pretender negarle su inmenso significado, el segundo mito que la autora resquebraja, es el considerar el año 1959 como la fuente donde se origina la revolución. Sweig considera 1959 como el resultado de un proceso cuyos antecedentes se remontan a varios momentos claves de la vida política del país.

El primero es el trauma fundacional que significó el año 1898, cuando el desenlace de la Guerra de Independencia trajo consigo la presencia norteamericana en la Isla. Luego, los años 1930, las luchas contra el dictador Machado, de donde emerge una generación de jóvenes cubanos cuyos ancestros habían peleado en la guerra de independencia, animados por el deseo de completar la independencia frustrada, pero también influenciados por las ideas marxistas.

Durante ese período se impone en los medios sindicales la influencia del Partido Comunista cubano —en particular, en los medios sindicales de la industria azucarera—, entonces uno de los más influyentes de América Latina. La crisis que aflora entonces tenía rasgos incuestionablemente revolucionarios —de sesgo nacionalista, pues se perseguía forjar una nación independiente—, y fue zanjada gracias a la mediación de la embajada norteamericana, y el proyecto revolucionario quedó frustrado.

El control político fue ejercido luego por Batista, y su posterior elección a la presidencia por medios constitucionales (1940-1944). Durante su primer gobierno, dos dirigentes del Partido Comunista detentaron carteras ministeriales. Es una época de gran auge social y político, pues se da bajo los auspicios de la célebre Constitución de 1940, considerada como la más progresista del continente.

El gobierno que le sucede conoce un período de crisis y sobresaltos: se impone la corrupción y la violencia política. El gobierno de Prío Socarrás, considerado el de mayor polarización, corrupción, violencia y falto de democracia después de la abrogación de la Enmienda Platt, abre el camino al golpe de Estado de Batista en 1952.

El suicidio del líder nacionalista-populista del Partido Ortodoxo, Eduardo Chibás, deja abonado el terreno para el surgimiento de ese tipo de liderazgo que prestamente Fidel Castro pasa a ocupar. Desde los comienzos de su vida política, Castro rechaza las alianzas, se inclina por una política independiente que conduzca a la "redención" de Cuba, considerando la insurrección armada como la única vía de lucha.

Luego, durante el período insurreccional, la oposición moderada fue neutralizada, en gran parte debido a la actitud intransigente de Batista, y también de los grupos radicales, en particular, de Fidel Castro, que no cesó en su empeño de imponer la línea de intransigencia política en el seno de la oposición. Este es el trasfondo histórico que conduce al desenlace revolucionario. La autora opina que de ese trasfondo histórico tenían plena conciencia los actores políticos de los años cincuenta y de él sacaban la fuerza que los animaba.

La figura omnipresente de Castro

El tercer mito que resulta opacado es el carácter omnipresente de la figura de Fidel Castro durante el período insurgente. Dada la autoridad absoluta alcanzada tras la toma del poder, podría creerse que siempre fue así, pero no siempre estuvieron en sus manos las decisiones, ni fueron obra suya todos los aciertos y errores del 26 de julio.

1. Inicio
2. Luego teorizó...
3. El origen de...
4. Sin mencionar...
   
 
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