www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/2
 
Las mucamas de Bobby Fisher
'Cerval', de Carlos Augusto Alfonso: De cuando en vez los jurados suelen detectar la extrañeza, el equívoco, la tensión del misterio.
por PABLO DE CUBA SORIA, Miami
 

Entre los recién otorgados "Premios" de la Crítica a los libros publicados en Cuba durante 2004, se encuentra, para placer mío (y seguro de otros), el poemario Cerval de Carlos Augusto Alfonso.

En 1966, para placer de muchos (yo aún no pensaba nacer), Robert James (Bobby) Fisher visitó La Habana como parte del equipo estadounidense a la XVII Olimpiada de Ajedrez, hospedándose en el Hotel Habana Libre, antiguamente Habana Hilton. Seis años después Fisher conquistaría el título de campeón mundial, dándole un giro de 360° a la historia del juego ciencia. El genio de Chicago aplastó, literalmente, al entonces monarca Boris Spassky. Terminaba así —de momento— la hegemonía de los ajedrecistas soviéticos. Aquel evento celebrado en Reykjavík (Islandia) alcanzó tal magnitud, que se extendió más allá de las sesenta y cuatro casillas: uno de los rostros de la Guerra Fría.

Pero, ahora bien: ¿qué es esta reseña donde hablo de un poemario y de Bobby Fisher y el ajedrez? Sucede que en ese poemario, Cerval (Letras Cubanas, 2004), se lee un texto maravillosamente extraño que habla del famoso trebejista en el Hotel Habana Hilton…

Carlos Augusto Alfonso (Ciudad de la Habana, 1963) ha devenido una de esas voces que dilatan la escritura en la poesía castellana. Ya sus poemarios anteriores, Población flotante (1994), La Oración de Letrán (1996), Fast delivery (1997) y Cabeza abajo (Premio Julián del Casal, 1998), lo venían prediciendo. De su poética diría que se sostiene desde palabras perforadas que expande agujeros negros.

Ahora, con Cerval, Alfonso ha logrado una tensión lírica que ya ni siquiera perfora, porque es el agujero mismo. Sus versos, generadores de un mordaz humor poético, guían a ningún sitio, confunden, (nos) lanzan a la oquedad: "ya me quedé en campo santo,/ en carreras de sacos, sin relevo,/ en una encrucijada sin poder" [Espada].

Podría decir que la obra del autor de Cabeza abajo dentro del relieve de la literatura cubana ocupa un singular espacio; mas eso, aunque cierto, caería en el lugarcito común, propio de reseñitas para lectores torpes. Con Cerval se ha alcanzado un lenguaje poético que actualmente en lengua española, hasta donde conozco, se encuentra en raros casos. Un lenguaje "selvático", porque cerval justamente significa arbusto espinoso. Y ahí los textos que propongo a los lectores (nada torpes) se muestran en un bosque de palabras espinosas y enyerbadas: "Se medicamentaba, se nublaba la vista con figuras./ Mi incontinencia le servía,/ para tratarme con un bosque de ónice,/ para pasarla bien y mal en lo posible" [Se medicamentaba].

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