www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/2
 
De la provincia y todos sus demonios
La novela 'El pasajero', de Ulises Cala, es una obra disidente por el claro principio de la inconformidad, de la rebeldía que alienta las grandes causas cívicas.
por LADISLAO AGUADO, Madrid
 

La provincia es un paraje del que cuesta salir, aunque nos vayamos de él. Al menos, de la manera convencional que admitimos el adiós: en cuerpo y alma. Sin embargo, cuando la provincia se cierra frente a nosotros, cuando las carreteras lucen dar vueltas en redondo y los paisajes remiten a otros ya vistos, aquél que la habita comienza a mirar con ojos grandes el horizonte. Esa línea al fondo de uno mismo, es la puerta de cualquier ilusión por venir, de los sueños sin tropiezos y los anhelos más aciagos. En el pórtico del adiós, unos versos bellos y engañosos de T. S. Eliot, nos aseguran que el después está a salvo de cualquier recuerdo: "Because I do not hope to turn again/ Because I do not hope/ Because I do not hope to turn/ Desiring this man's gift and/ that man's scope".

EL Pasajero

La provincia es a veces una circunstancia física, siempre una mental y un sobresalto, cuando ambas concurren al unísono y todavía nos queda por delante el anhelo de irnos, o la certidumbre de quedarnos. Ulises Cala es un hombre de provincias, del mucho pueblo de la ciudad de Pinar del Río, y ha visto ese horizonte de carreteras en círculos y paseado las cuatro calles alrededor de los cuatro parques de todas las novias de su vida. Ulises Cala (como Guillermo Vidal, más que otros en la narrativa cubana) vive la provincia, su lejanía y también la desesperanza que se le crece dentro, con toda la severidad que el acto impone. Y así lo escribe, como sin querer, y doliéndole demasiado.

En El pasajero(Premio UNEAC de Novela 2002), el fluir de la escritura cobra el valor de un ajuste de cuentas personal, callado, con esa circunstancia de amor al horizonte que se nos crece dentro y limita el espacio de todas las vidas que nos circundan o llegamos a inventarnos, por la simple tranquilidad de no estar solos. Solos y sintiendo que mientras descorremos, aquella, nuestra geografía personal, el mundo sucede a nuestras espaldas y ya no hay cómo detenerlo. O al menos, no alguien anclado en aquellos parajes donde luce que debiéramos rezar a gritos para que Dios alcance a escucharnos.

Y de eso cuenta El pasajero. De tres grandes gritos a Dios, y de un piélago de lamentos menores, conformando la geografía de un pueblo sin nombre o salida, como todos los pueblos que nos habitan. Pero ni siquiera un grito grande a Dios, el desvarío de ahogos de un terruño, o las punzadas de las tristezas en el aire pueden remitirnos al mundo narrativo que Ulises Cala explora en esta novela.

1. Inicio
2. Como un río...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
'Posesas de La Habana' y de la época
MIGUEL CORREA MUJICA, Miami
Las mucamas de Bobby Fisher
PABLO DE CUBA SORIA, Miami
Y sin embargo, se mueve: la antinovela de Juan Abreu
RONALDO MENéNDEZ, Madrid
Los poemas del héroe
ANTONIO VALIENTE, La Habana
El libro de la libertad
TOMáS G. MUñOZ, Marbella
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir