www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 4/4
 
La otra guerra
Mitos de la revolución cubana: Una investigación destapa las contradicciones entre las guerrillas de Castro y el movimiento urbano.
por ELIZABETH BURGOS, París
 

Sin mencionar a otros, el liderazgo que detentaba Frank País, y la autoridad organizativa y política que desarrollaba, eran si no más, equiparables a los de Fidel Castro. Asumió la coordinación nacional del 26 de julio: fue asesinado por la policía en el verano de 1957; tenía 33 años. Su figura era tan respetada y admirada en la ciudad de Santiago de Cuba, que pese a la dictadura, su entierro fue un acto multitudinario y los comercios cerraron sus puertas.

La otra figura que aparece jugando un papel preponderante, pues fue un elemento clave en la voluntad de radicalizar el movimiento urbano, es Armando Hart. Su acción estaba destinada a propiciar la instauración de la autoridad de la Sierra sobre el Llano. La correspondencia entre Armando Hart y la Sierra demuestra que la exacerbación de las operaciones terroristas fue el resultado de una decisión del Movimiento 26 de julio con el fin de provocar una mayor represión por parte del gobierno y así torpedear los pactos de unidad con sectores no radicales, los cuales implicaban compromisos políticos que hubieran dificultado la puesta en marcha del proyecto que tenían entre manos los sectores radicales de la oposición.

Un ejemplo crucial es la decisión de la fracasada huelga general de abril 1958 —momento crucial—, destinada a doblegar al régimen de Batista, y que de haber resultado, hubiese cambiado el rumbo de la historia, pues, forzosamente, debían participar todas las fuerzas políticas involucradas en la oposición.

Contrariamente a algunos autores que adjudican la derrota estratégica de la huelga al Llano y consideran esa derrota como una victoria de la Sierra, de Fidel Castro —quien mantuvo una actitud ambigua hacia ella— y del 26 de julio, pues esa derrota brindó a la Sierra —léase a Castro— hacerse con el monopolio de la dirección sobre el resto de los otros grupos de oposición, la autora aporta evidencias que matizan la visión que se tiene de este controvertido episodio. Si bien el objetivo de Castro fue siempre monopolizar la dirección de la oposición, según Sweig, en la decisión de la huelga intervinieron múltiples elementos que imposibilitaban que Castro asumiera el control de la operación en su globalidad.

Creo que es un tema que amerita todavía profundizarse. En todo caso, el resultado es que a partir de entonces, gracias al fracaso del Llano, la autoridad de Castro se impuso sobre éste y se convirtió desde entonces en incuestionable.

Lo que si es cierto y ello aparece ampliamente documentado en Inside The Cuban Revolution, es que el 26 de julio, al mismo tiempo que participaba en el movimiento insurreccional contra Batista, libraba también una lucha por el poder contra los demás grupos comprometidos en la oposición, con el objeto de sentar su monopolio sobre el resto de las organizaciones, como corroboró a la autora uno de los comandantes históricos del Movimiento 26 de julio y quien actuó en ambos frentes.

Las fuentes demuestran que, hasta los seis u ocho meses previos a la insurrección, las decisiones tácticas relacionadas con la estrategia, las fuentes de ingreso, las relaciones políticas con otros grupos de oposición, con el exilio cubano y con los adversarios en la clandestinidad, y las relaciones con Estados Unidos (en La Habana y en Washington), estaban en manos de ciertos individuos poco conocidos, implicados en la clandestinidad urbana, y no como podría creerse, en las de Fidel Castro, Raúl Castro o Ernesto Che Guevara.

Y la autora afirma, sin ambages, que de no haber sido por la labor desplegada por el 26 de julio fuera de la Sierra Maestra durante los primeros diecisiete meses de insurgencia, de los dos años que ésta duró, el resultado final que le dio la victoria al 26 de julio el 1 de enero de 1959 "simplemente no hubiese sido posible".

Sweig no pretende haber agotado el estudio de los factores que intervinieron en el colapso del régimen de Batista y en el triunfo del Movimiento 26 de julio. Quedan todavía por estudiar, en particular, la crisis en el seno del ejército regular, el papel de la oposición moderada y la historia de las otras organizaciones armadas que también contribuyeron a la derrota de Batista.

Pero indudablemente, la obra de Julia E. Sweig tiene el gran mérito de inaugurar un terreno de estudio que modifica sustancialmente la manera de abordar la historia de la revolución cubana. Por ello constituye un aporte capital para la comprensión de uno de los capítulos más complejos y cargados de significado de la historia contemporánea de América latina.

1. Inicio
2. Luego teorizó...
3. El origen de...
4. Sin mencionar...
   
 
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