www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 1/2
 
'Posesas de La Habana' y de la época
La última novela de Teresa Dovalpage: Un retrato amargo y violento de la Cuba de hoy a través de las voces de cuatro generaciones de mujeres.
por MIGUEL CORREA MUJICA, Miami
 

Publicada por PurePlay Press en 2004, la novela Posesas de La Habana, de Teresa Dovalpage, se aparta significativamente de sus contemporáneas en dos categorías: el lenguaje y la estructura del texto. La obra está narrada en monólogos que transcurren en medio de un apagón generalizado en La Habana de los años noventa: la acción ocurre en un setting completamente a oscuras.

Posesas de La Habana

No he encontrado una clasificación que defina Posesas de La Habana, incluso tras repasar el concepto de realismo sucio que desde hace algún tiempo se manosea dentro de la novísima literatura hispanoamericana y que es atribuido a varios autores: Fanes y Bukovski, y el cubano Pedro Juan Gutiérrez, entre otros.

Este género tiene que ver con la exposición de la miseria humana, social, espiritual…, con su correspondiente impacto en lo textual. Y también se asocia a la marginación de la existencia, con la vulgaridad que el vivir implica. Si este concepto es válido —no tengo certeza de que lo sea—, la obra podría catalogarse como del realismo sucio, por su lenguaje y su argumento.

Sin embargo, Posesas… tiene otras intenciones que van más allá de plasmar la obscenidad de ocasión, la vulgaridad o el último abuso padecido. La novela recoge los pormenores de una sociedad que se desintegra en sus valores más esenciales; que se descompone a pasos agigantados en medio de consignas revolucionarias en las que ya nadie cree y bajo el implacable calor tropical.

No es sólo el futuro lo que peligra en esa sociedad (eso quedó muy atrás), sino cosas más concretas, como el bocado que ha de llevarse a la boca diariamente, el pedazo de tela para cubrirse, o el par de zapatos para remontar las montañas de escombros. De ahí que los personajes narren las técnicas utilizadas para asumir la quimérica tarea de sobrevivir en un contexto desprovisto de alimentos y de bienes de consumo, y también de los más elementales valores morales.

La generación de la revolución

Son cuatro los personajes importantes en la novela de Dovalpage, sobre los que descansa toda la armazón argumental: la Abuelonga o Bárbara Bridas, mima Barbarita, Elsa y Beiya. Pertenecientes a diferentes generaciones de una misma familia, ellas viven hacinadas en un pequeño tugurio de La Habana, unidas por la necesidad, el desamor, la desconfianza, el calor, el apagón y el chismorreo. El discurso de cada una se hace más grotesco según la descendencia. La más joven, Beiya, es la culminación de la marginación y ha ido "recogiendo lo peor de cada antepasado", según palabras claves de mima Barbarita.

En la obra apenas hay descripciones del ambiente y los personajes exponen siempre sus miserias en primera persona. Dovalpage parece abandonarlos a su suerte; los deja hablar sin intervenir. Difícil técnica que se logra cuando estos tienen una representación directa en la realidad extratextual; de ahí su autenticidad.

Bárbara Bridas, Barbarita, Elsa y Beiya son personajes arquetipos de diferentes generaciones. Apenas comienza la novela, el lector entra en sus mundos larvarios. El deterioro moral avanza con cada página y el apagón se dilata. Las historias son cada vez más desvergonzadas, más aterradoras, más marginales.

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