www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 1/2
 
Los Afro-Cubans
Referencias de una agrupación decisiva en el desarrollo de la música cubana en los Estados Unidos.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid
 

Uno de los fenómenos que caracteriza a la música contemporánea es el intercambio entre culturas disímiles. Hoy es habitual que músicos procedentes de los lugares más remotos (tanto desde el punto de vista geográfico como sonoro) se reúnan para ofrecer un concierto,
Machito
grabar un disco o, incluso, constituirse como grupo estable. Ejemplificar estas fusiones carece de sentido, pues son tantas y tan variadas que es prácticamente imposible establecer un patrón, un comportamiento secuencial. Lo interesante del fenómeno es que detrás de él casi siempre está la música norteamericana de ascendencia africana, llámese rightime and blues, jazz o rock and roll.

Uno de los antecedentes más importantes de ese proceso es la temprana relación que se establece entre el jazz y la música cubana y la forma como ese intercambio (que funciona en ambas direcciones) se mantiene durante algo más de un siglo, hasta el punto de convertirse en una de las fuentes principales de enriquecimiento de ambos orbes sonoros. Entre los hitos más decisivos de esta relación está la presencia de músicos cubanos en los Estados Unidos, y la banda que hoy nos ocupa fue uno de sus epicentros fundamentales.

Hay tesis que sostienen (con nombres propios incluidos) que en las primeras formaciones de jazz de New Orleans estaban presentes varios músicos cubanos o de origen cubano. Díaz Ayala propone, incluso, que las primeras bandas de viento del sur de los Estados Unidos tienen su antecedente en las orquestas típicas danzoneras del siglo XIX. A partir de la invención y comercialización de las primeras tecnologías para registrar el sonido, las grabaciones de música e intérpretes cubanos son una constante en permanente crecimiento. La abundante presencia de puertorriqueños en New York fue creando en la ciudad un mercado interesante para nuestra música, mercado que con el tiempo fructificó de forma tal que los boricuas hicieron suyos sones, rumbas y guarachas hasta el punto de que muchas de las agrupaciones "cubanas" como el Cuartetoo Conjunto Caney, de Fernando Storch, incluían instrumentistas y cantantes de ese país. Asimismo, "lo latino" (en gran medida cubano) penetró como exotismo en el mundo del espectáculo norteamericano por diferentes medios, sumamente comerciales por cierto, pero que contribuyeron a familiarizar al mercado de ese país con nuestros sonidos.

Si durante los años 20 la mayoría de las principales agrupaciones soneras viajaron a New York para grabar, a partir de los 30 la residencia de músicos cubanos en esa ciudad comienza a ser común. Algunos, como Antonio Machín, estuvieron durante algún tiempo para luego marchar a Europa. Otros, como Storch, Arsenio Rodríguez, Chano Pozo, Patato Valdés o Mongo Santamaría, desarrollaron una porción importante de su trabajo (cuando no todo) en el país vecino. Entre aquellos cuya obra más perdurable se realizó en New York destacan los integrantes de Machito and his Afro-Cubans, sobre todo el propio Frank Grillo, Mario Bauzá y Graciela, los tres pilares de una agrupación que fue decisiva en el desarrollo de la música cubana en los Estados Unidos, sobre todo durante las décadas de los 40, 50 y 60.

El primero de los tres en llegar a New York fue Mario Bauzá. Su nacimiento tuvo lugar el 4 de abril, según Nat Chediak, o el 28 del mismo mes y año, según Díaz Ayala. Su residencia definitiva en esa ciudad data de 1930 o 1931, según los autores citados, respectivamente. A diferencia de sus compañeros de aventura, Mario Bauzá, a pesar de provenir del popular barrio de Cayo Hueso, tenía una formación académica que le permitió oficiar como primer clarinete de la Orquesta Sinfónica de La Habana. Desde su llegada a los Estados Unidos pasó por algunas de las más importantes bandas de jazz, en las que jugó un rol prominente y se incorporó a la banda de Machito en 1941, menos de un año después de fundada.

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