www.cubaencuentro.com Lunes, 12 de mayo de 2003

 
   
 
Mariano Mercerón y sus Muchachos Pimienta
Creador de una de las dos grandes orquestas santiagueras, este compositor y saxofonista contribuyó a afianzar la música cubana en México.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid
 

Es uno de los grandes olvidados por ese misterio caprichoso que llamamos posteridad. Era saxofonista y buen compositor, pero debe su preeminencia a su condición de director musical y a la creación de una de las dos grandes orquestas de Santiago de Cuba, la jazz band "Mariano Mercerón y sus Muchachos Pimienta", que Cristóbal Díaz Ayala valora, con justicia,
Mariano Merceron
como "una de las mejores orquestas de Cuba" (la otra gran orquesta de la región oriental era la de Chepín Chovén, mucho más conocida en nuestro país).

Pero antes de dirigir una orquesta, Mariano Mercerón tuvo que nacer. El hecho tuvo lugar en un indeterminado momento cercano a 1915, en la capital oriental, donde se hizo músico y donde transcurrió la primera parte de su vida, acerca de la cual hay pocos datos.

Según el musicólogo catalán especializado en música cubana, Jordi Pujol, fundó su primera orquesta en 1932, bajo el título de "Mariano Mercerón and the Piper Boys", nombre que, si no es un error de trascripción de Pujol, debe serlo de Mercerón, ya que no hay ninguna flauta en su agrupación. Según la misma fuente, esta banda —que no dejó grabaciones— se especializaba en la interpretación de música al estilo swing, pero con percusión cubana, como hacían otras jazz band nacionales. A finales de los treinta, los "Piper Boys" devienen en "Muchachos Pimienta", nombre con el que comienzan a grabar en La Habana, a partir del 28 de enero de 1941, con una guaracha del propio Mercerón, titulada ¿Por qué no baila el muñeco?, que podría haber inspirado la también guaracha de Ñico Saquito El muñequito, grabada por primera vez en 1948.

Desde esta primera pieza, Mercerón deja sentir un estilo muy personal y vanguardista, relacionado con la revolución que, por esa misma época, desarrollan en La Habana los conjuntos de Arsenio, Casino y Kubavana. A diferencia de las jazz band habaneras, como Casino de la Playa, el sonido de los Muchachos Pimienta se acerca más al de las agrupaciones soneras, aunque estructurado por medio de saxofones, trompeta y trombón, amén de la obligada percusión cubana y de un piano cuyo ejecutante (no he podido encontrar su nombre) realiza solos memorables dentro de ese estilo que podemos llamar sin temor la pianística cubana, de la que Luis Martínez Griñán es uno de los mejores exponentes. Otra característica notable de la banda era estar compuesta por músicos negros y mulatos, lo cual era inusual en las jazz band de esa época.

El repertorio de la orquesta, durante los primeros años, está formado por guarachas, sones, boleros, canciones afro, rumbas y guajiras, es decir, lo más representativo de la música cubana.

Al parecer, aunque Mercerón era saxofonista y clarinetista, no se destacaba demasiado como ejecutante, ya que los solos corrían a cargo del piano y la trompeta. No he podido escuchar ninguno protagonizado por los instrumentos que tocaba el director de la banda.

Otro elemento destacable de los Muchachos Pimienta eran las voces de sus cantantes, comenzando por la del panameño Camilo Rodríguez, una de las más interesantes de la época. A lo largo de su carrera, Mercerón incluyó muchos de los mejores intérpretes de nuestra música en sus grabaciones, algunos muy conocidos, como Benny Moré; otros, hoy olvidados, pero de indiscutible calidad, como Dominica Verges, Roberto Duany, Las hermanas Márquez, y un músico que ha trascendido más como compositor, Marcelino Guerra, conocido también como Rapindey.

Una proporción importante del repertorio de la orquesta estaba compuesto por obras del propio Mercerón; incluía también algo de Marcelino Guerra, como la célebre guaracha Pare cochero, que durante los cincuenta se convertiría en hit internacional gracias a la interpretación de la Orquesta Aragón. Eso sí, en tiempo de chachachá, ritmo que incorpora Mercerón en la misma década, como era obligación en la época, cuando era extrañísima la agrupación (del tipo que fuere) que no lo incluyera.

Aunque la orquesta de Mariano Mercerón grabó muchísimos discos en La Habana, Long Plays incluidos, nunca logró abrirse un espacio sólido en la capital, tal vez porque en los locales donde solía actuar este tipo de formación se ejercía la segregación racial y, como ya se ha dicho, los muchachos no eran pimienta blanca.

A mediados de la década del cuarenta (hay dudas de si en 1945 o 47), Mercerón hace un viaje a México, donde musicaliza películas y graba números propios que alcanzan cierto éxito. A partir de ese momento, su quehacer profesional oscila entre La Habana y la capital mexicana, donde se instala, definitivamente, durante la década del cincuenta. Sus últimas grabaciones cubanas son de 1956, siempre para la Víctor.

Ya en México, funda una nueva orquesta, formada con músicos de ese país y que se mantiene vigente hasta 1975, año en que muere Mariano Mercerón, el 26 de diciembre.

Como ha ocurrido con muchos músicos cubanos (Antonio Machín es el mejor ejemplo), la necesidad de sonar con instrumentistas extranjeros, que no dominan la intimidad de nuestra forma de tocar, hizo que la orquesta de Mercerón fuera bastante inferior a sus antiguos muchachos pimienta. Pero como en casi todo siempre hay una contrapartida, su presencia contribuyó a afianzar la música cubana en México, país que ha sido, históricamente, uno de los mercados más estables y conocedores de nuestro quehacer.

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