www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
   
 
¿Y tú qué has hecho?
Cantante, guitarrista y compositor, Eusebio Delfín fue uno de los primeros intérpretes cubanos que registró su voz en una sesión de grabaciones.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid
 

Caben pocas dudas acerca de que Sindo Garay encarna el arquetipo del trovador cubano nacido a finales del siglo XIX o comienzos del XX: origen humilde, autodidactismo, vida bohemia y precaria, íntima relación con el ron o la cerveza, retahíla de amores fugaces, trashumancia a través de bares y cafés, más la pobreza como eterna compañera de aventuras. Nacer en Santiago de Cuba era casi un sello de garantía, pero si no se contaba con ese aval, la otra opción era La Habana.

Eugenio Delfín
Eusebio Delfín.

Pareciera que Eusebio Delfín se dedicó a contradecir el mito. Nació en un pequeño pueblo de la provincia de Las Villas, llamado Palmira, el 1 de abril de 1893, aunque fue criado y educado en Cienfuegos, en el entorno de una familia acomodada. Estudió en uno de los mejores colegios, privado y religioso, perteneciente a los Hermanos Maristas. También recibió una temprana formación musical, que lo llevó a especializarse en la guitarra a partir de los 14 años, con profesores como Barrios y Gelabert, lo que tal vez incidió en que, años más tarde, innovara la forma como se solía acompañar a los cantantes, que ya veremos.

No sólo se graduó de contable, sino que simultaneó esa profesión con la de músico durante toda su vida, de modo que tampoco tuvo nunca problemas económicos, más bien lo contrario: solía dedicar el dinero que ganaba por sus actuaciones artísticas a obras benéficas, con lo cual elaboró su propio mito, probablemente sin proponérselo.

Desarrolló su actividad musical desde tres especialidades: cantante, guitarrista acompañante y compositor. En las tres se desempeñó con destreza, aunque ha sido la última la que más ha trascendido, pues ha legado dos de las piezas más importantes del repertorio bolerístico cubano: ¿Y tú qué has hecho? y Qué boca la tuya. Como sugiere Orovio en el Diccionario de la música cubana, es una paradoja que un compositor que siempre defendió la necesidad de utilizar letras de poetas para las canciones y cuya mayoría de obras está escrita desde esa premisa, terminara quedando en el recuerdo del país con una pieza con letra propia: Qué boca la tuya. En cuanto a la letra de su más célebre bolero, ¿Y tú qué has hecho?, según Díaz Ayala (100 canciones cubanas del milenio) la encontró casualmente en un almanaque y jamás pudo recordar a su autor.

La primera presentación de Eusebio Delfín como profesional fue en 1916, en el teatro Terry de Cienfuegos, donde debutó como cantante solista, acompañándose él mismo con la guitarra. Poco después, comenzaría a componer.

Fue también Eusebio Delfín uno de los primeros cantantes cubanos que registró su voz, en una sesión de grabaciones que tuvo lugar el 15 de marzo de 1923 y que incluyó 10 canciones. De ellas, tres eran de su autoría (La guinda, Amar, eso es todo y Lejos de ti) y cuatro de Eduardo Sánchez de Fuentes. Dos de ellas fueron cantadas a dúo con Rita Montaner. Por esos años, la selección de la música que se grababa dependía en gran parte del azar y de cuán conocidos fueran los intérpretes en La Habana. Las grabaciones se realizaban en Estados Unidos o en la propia capital cubana, en este caso por equipos portátiles que la visitaban todos los años. Los criterios de selección podían ser arbitrarios. Cristóbal Díaz Ayala, de cuya Discografía de la música cubana he tomado los datos, ha investigado exhaustivamente este fenómeno, encontrando inexplicables ausencias y no menos desconcertantes presencias, sobre todo durante las dos o tres primeras décadas del siglo XX.

Así pues, la inclusión de Eusebio Delfín en el catálogo de la Víctor en fecha tan temprana indica que, si bien se trasladó a La Habana de forma definitiva en 1925, ya era suficientemente conocido en la capital por lo menos alrededor de 1923.

En cuanto a su aporte a la guitarrística como acompañante de cantantes, el profesor Vicente González Rubiera (Guyún) lo describe así: "Fue un guitarrista de poca altura, pero tuvo la feliz idea de cambiar totalmente el estilo que se empleaba para acompañar los boleros. Por aquellos tiempos era norma generalizada acompañar los boleros con el típico rayado o rasgueado. Él lo cambió por un ritmo original semi-arpegeado. Esta nueva forma rítmica causó sensación entre los trovadores y el público en general".

En cuanto a la altura como guitarrista a la que se refiere Guyún, comprendo que para un intérprete de su calidad pudiera resultar Delfín técnicamente pobre. Sin embargo, no todo en arte es técnica o virtuosismo. Imponer un estilo punteado en el acompañamiento de un género tan importante como el bolero fue el inicio de un recorrido que llega hasta nuestros días, y que han incorporado desde cantantes auto-acompañados, como César Portillo de la Luz, hasta intérpretes destacados de este instrumento, como Sergio Vitier o el propio Guyún. Abrir puertas de semejantes consecuencias indica, también, una forma de altura.

Otro de los méritos de Delfín, esta vez como cantante, fue adscribirse a un estilo "natural" que, según mi opinión, ha permitido la profusión de grandes intérpretes populares en Cuba. Me explico. Desde fechas muy tempranas, la canción cubana ha sido interpretada desde dos estilos muy diferenciados. Uno de ellos ha consistido en la incorporación de la escuela operística o zarzuelera, como lo hacen las Hermanas Martí o Esther Borja, e incluso el propio Sindo Garay con su hijo Guarionex. En el otro extremo encontramos cantantes como María Teresa Vera o el Trío Matamoros, quienes, carentes de una formación lírica, asumieron una interpretación basada en las características naturales de su voz. De esa forma de cantar, en la que se funden sones y boleros, derivan Benny Moré y La Lupe, Rolando Laserie y Lucrecia. Es decir, lo mejor de la canción cubana. Y es especialmente significativo y meritorio que un hombre como Delfín, proveniente de las elites cienfuegueras, optara por ese camino popular y no por el otro, que ha llegado a extremos tales como esos adefesios en los que hermosos boleros son destrozados por las voces de inescrupulosos tenores, incapaces de diferenciar entre el espíritu que subyace en Lágrimas negras y el que alienta a una canción napolitana.

Sólo queda decir que Eusebio Delfín murió en La Habana, el 28 de abril de 1965.

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