www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
   
 
El depredador
Ningún pelotero ha superado en Cuba, durante sus primeras cinco campañas, los números del antesalista Michel Enríquez.
por IVáN GARCíA, La Habana
 

No hay pitcher para él en Cuba. Ni lanzamiento difícil. Si usted le lanza slider del home hacia fuera, le pega como si fuese un zurdo: hacia la parte derecha del campo. Si trata de cerrarlo con rápidas de 90 millas,
Michel Enríquez
Antesalista Michel Enríquez.
hace alarde de su swing meteórico y no pocas veces la bola va más allá de la cerca. Conecta jonrones por todos los ángulos. Líneas y más líneas.

A la hora cero es un peligro. Tiene la sangre fría de un lord inglés y posee el preciado don —tan bien pagado en el béisbol moderno— de traer compañeros para el plato. No sufre malas rachas. Es bateador de todos los días. Un depredador de pelotas.

Se llama Michel Enríquez Tamayo, ya cumplió 23 años y juega tercera base en el equipo Isla de la Juventud. Una novena que representa a un pequeño islote de 100.000 habitantes, unos 300 kilómetros al sur de la capital cubana. A dos horas si se toma una embarcación o a 30 minutos de vuelo en los viejos y peligrosos aviones An-24, de fabricación rusa.

Fue precisamente allí, en la Isla de la Juventud, en el municipio La Fe, donde Michel Enríquez dio sus primeros pasos en el béisbol. A los 15 años integró la selección nacional sub-16 y posteriormente el equipo juvenil.

Entonces jugaba formidablemente el campo corto y en torneos internacionales de su categoría siempre era elegido al Todos Estrellas. En 1997 llegó a la primera categoría en las Series Nacionales. En su equipo jugaba y juega un paracorto de buenas manos y excelente bateo, Juan Carlos Moreno. Y el manager Armando Jonson optó por situarlo en la tercera base.

Allí, en la esquina caliente, es un monstruo. Una verdadera muralla. Tiene reflejos felinos. Es extraordinario hacia delante y a ambos lados del guante. Cuenta, además, con un brazo poderoso.

Ya en la Olimpiada de Sydney 2000 debió integrar la selección nacional y jugar como regular. Pero los timoratos preparadores no quisieron apostar por él. Prefirieron al legendario Omar Linares, el mejor pelotero cubano de 1959 a la fecha, pero que ya no rendía como en sus buenos tiempos.

Michel fue a casa y Linares, una vaca sagrada del béisbol en la Isla, vio como Estados Unidos, apoyado en el brazo derecho del pitcher Ben Sheet, derrotaba al equipo criollo 4 a 0. Cuba fue apeada del primer lugar olímpico.

Como siempre sucede, tras el fracaso vino la guillotina. Y rodaron cabezas, entre ellas las del Director Técnico Servio Tulio Borges. Cinco grandes peloteros (Omar Linares, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán, Germán Mesa y Luis Ulacia) fueron pasados a retiro.

El momento de la renovación había llegado. Fue la hora de Michel Enríquez. Por méritos y batazos se ganó el puesto de tercer bate en el equipo nacional. Y rindió al máximo en cuanto torneo participó.

El depredador Enríquez es un bateador fuera de liga. Para Cuba algo así como Ted Williams. Y resultó el relevo de Omar Linares. En sus primeras cinco temporadas bateó para 359 con 117 dobles y 57 jonrones, además de impulsar 278 carreras.

Ninguna luminaria del béisbol en la Isla, llámese Antonio Muñoz, Armando Capiró, Luis Giraldo Casanova u Omar Linares, obtuvo los guarismos de Michel Enríquez en sus primeras cinco campañas. Y en la actual, Enríquez sigue conectando como si estuviese en una práctica de bateo.

Debido a una lesión, se perdió casi el primer tercio de la temporada. Pero ya regresó y de qué forma. Promedia para 435, aunque sin las veces oficiales al bate. Cuando el número 12 de la Isla de la Juventud llega al home, los pitchers desean haberse dedicado a otro deporte.

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