www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
Las marcas del viejo zorro
En sus publicaciones deportivas, el Gobierno señala con asteriscos a quienes dejaron la pelota 'libre' para acceder a la pelota 'esclava '.
por ROGERIO MANZANO, New Jersey
 

Han pasado más de diez años. Quizás no parezca mucho tiempo, pero desde entonces el antes y el después se notan más divididos. A veces, cuando se escudriña en el baúl de la memoria, destella, desde uno de sus ángulos, aquella inolvidable frase: "¡Viste, se quedó Arocha!".

Liván Hernández
Lanzador Liván Hernández.

Fue un instante trágico que ya se torna infinito. Pero fue también un modo de aporrear el rostro de la intolerancia. Por un lado, los fanáticos del Industriales azul lloraron la pérdida de una de sus estrellas favoritas del montículo. Por el otro, aplaudieron hasta la fatiga a quien venció miedos y frustraciones para afrontar la aventura de lo desconocido.

Después comenzó la cabalgata de toda una generación. Beisbolistas que hacían historia en las Series Nacionales cubanas atravesaron el agujero que Arocha dejó abierto. Rolando Arrojo, Osvaldo Fernández, Rey Ordoñez, Rafael Rodríguez, Euclides Rojas, Orlando y Liván Hernández. Hasta el último caballo de hierro: José A. Contreras.

Del lado de allá del mar, los trasgos todavía se revuelcan en el lodo de su egoísmo. No perdonan lo que René Arocha demostró: que el encanto del "deportivismo fidelista" es apenas una de las tantas mascarillas del cruel carnaval de criaturas reprimidas que hay en la Isla. Por eso aún les duele. Y es grande el rencor, al punto que han cometido, y todavía cometen, tonterías como la de los asteriscos.

Quien visite un Web Site de la prensa oficial cubana relacionado con el béisbol podrá alimentar su asombro. Hay allí detalles, estadísticas y récords del campeonato isleño con los nombres de sus autores. Empero, a la vista resaltan unos asteriscos que, como las tristemente célebres letras escarlatas, cuelgan de los nombres de los que un día decidieron escapar de la pelota "libre" hacia la pelota "esclava".

No se ofrece una aclaración exacta, pero se adivina que sus nombres pretenden estar bien diferenciados de los de Omar Linares, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán o Luis Ulacia. Más aún, cuando se publicaron las últimas guías de béisbol con la labor de todos los atletas en el 98, 99 y 2000, ya aparecían los macabros símbolos para hacerle saber a los cubanos quiénes eran los hijos leales y quiénes no.

Sin embargo, ¿cuál fue el medidor que se utilizó para marcar a El Duque, Arrojo o Liván?. ¿ La excelencia deportiva?. ¿La entrega en el terreno de juego?. ¿Las habilidades físicas?. ¿Acaso el patriotismo?.

Si el objetivo del asterisco es indicar que quienes lo llevan son un puñado de gusanos traidores a la patria, y el resto auténticos héroes de guayabera blanca, entonces habría que discernir primero qué significa patriotismo para los jerarcas del Comité Central.

Porque si un pelotero patriota es aquel que acepta, ya por conveniencia, miedo o indiferencia, que Fidel Castro decida su destino como deportista, entonces esos asteriscos deberían ser enormemente grandes, para que quienes los vean admiren mucho más a los que no esperaron la orden de "cuelga ese uniforme de Pinar del Río, guarda tu casaca del equipo Cuba y vete a jugar pelota profesional al Japón por 4000 dólares, porque es el deseo de mi contradictoria voluntad".

La grandeza del pelotero cubano no está en ser militante de la Unión de Jóvenes Comunistas o del partido único, o en ganar 32 millones de dólares. Su magnificencia existe en la leyenda que escriben cada día en un diamante de béisbol, ya sea en el Yankee Stadium de Nueva York o en el Latinoamericano de La Habana.

Tiempo es ya que se deje de diferenciar a los de aquí de los de allá. A los que piensan en rojo y a los que piensan en azul. Tiempo es que se clame por un auténtico béisbol cubano. Sin asteriscos.

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