www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
La casa por la ventana
La Habana pretende embarcarse en la organización de los Juegos Olímpicos de 2012.
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

Cualquiera pensaría que el extraordinario costo de una celebración tal podría amortiguarse con el beneficio neto de los derechos de televisión y otros agregados comerciales no menos importantes. Cualquiera supondría, también, que las infraestructuras que dejarían los juegos, a fin de cuentas resultarían un patrimonio importante para el desarrollo del país. Cualquiera. Pero la villa deportiva de los Panamericanos de 1991 pasó a ser un nuevo barrio tras los juegos, pero no precisamente de obreros, sino de acólitos del régimen, en su mayoría. Los estadios construidos, para disciplinas que apenas tienen realización anual en la Isla, palidecen sin un uso realmente serio: el Complejo de Piscinas Baraguá, el Complejo de Canchas de Tenis 19 de Noviembre y el Velódromo Nacional Reinaldo Passeiro. ¿Qué hará luego La Habana con instalaciones cuya repercusión es casi nula en la Isla? Sin contar con que los hoteles que deberán edificarse, en caso de adquirirse la sede, ya se sabe el fin que inmediatamente tendrían. Además del goce que representará para la afición cubana, ¿dónde hallar los beneficios concretos de unos Juegos Olímpicos en un país hambriento y desilusionado?

Y si alguien piensa que, a pesar de todo, habrá algún rendimiento económico trascendente, el señor presidente del Comité Olímpico Cubano (COC), José Ramón Fernández, ya lo dejó claro: "El centro de la atención serán los atletas, y no los patrocinadores ni la comercialización televisiva". Recientemente el equipo organizador de los Juegos de Atenas 2004 admitía que los ingresos por conceptos televisivos significarían unos 1100 millones de dólares.

Igualmente se conocía que la alimentación de los atletas durante la cita estival griega sería realmente descomunal: 80.000 litros de leche, 36.000 cajas de productos de pastelería, 20 toneladas de huevos, 20 toneladas de productos con queso, 300 toneladas de frutas y vegetales, 85 toneladas de productos del mar, 35 toneladas de aves y 120 toneladas de carne, entre otros. ¿Estaría Cuba en condiciones de asumir tal reto?

Durante su visita a la Isla, el pasado año, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, le explicaba a las autoridades locales que para aspirar a la celebración de unos juegos había que cumplir "condiciones mínimas de infraestructura general: un aeropuerto capaz de acoger a un millón de visitantes en dos semanas; buenas carreteras, centro de comunicación, unas 20.000 camas para alojamiento… También una infraestructura deportiva idónea para los atletas, con una Villa Olímpica de 15.000 camas".

Aun conociendo lo que le espera, La Habana acaba de presentar su candidatura a los juegos. Hasta ahora pugnará en la primera ronda junto a París, Madrid, Londres, Nueva York, Moscú y Leipzig, ciudades ya inscritas ante el COI. Deberán registrarse próximamente Abuja (Nigeria), El Cairo, Nueva Delhi, Estambul, Milán o Roma, Toronto, Estocolmo y Río de Janeiro o Sao Paulo.

En el año 2001, la capital cubana no pasó de la primera vuelta en sus aspiraciones de figurar entre las finalistas para la cita de 2008, que finalmente ganó Pekín. La nueva selección se realizará en julio de 2005 en Singapur. Lo sensato sería que no se le otorgara la sede a Cuba —amén de sus excelentes resultados deportivos—, porque, entre otras cosas, los reconocimientos internacionales deben estar lejos del pecho de un dictador. También sería saludable que el mayor encuentro polideportivo mundial abandonara el círculo vicioso alrededor de las grandes capitales y los centros de poder. Pero no para la Isla, que ya vive una eterna y particular Olimpiada de luchas cívicas por los derechos humanos y la democracia. Algún día se pensará en la otra.

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