www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
 
 
Milagrosos Marlins
por JORGE EBRO, Miami
 

Al que hubiera dicho hace seis meses que los Marlins terminarían ganando la Serie Mundial de 2003, lo habrían tildado de temerario. Cualquier otro equipo, tal vez, pero no esos jugadores acostumbrados al fracaso constante y sonante; no esos muchachos malcriados que nunca acababan de madurar.

Marlins
Euforia de campeones.

Pero el béisbol es el deporte de los milagros, de los imposibles que se vuelven realidad. Y de la mano de Jack McKeon, los Peces escenificaron una de las remontadas más espectaculares en la historia de las Grandes Ligas, donde del sótano de la Liga Nacional pasaron a ser campeones del Clásico de Octubre.

"Ha sucedido una de las historias más bellas de los últimos tiempos", señaló McKeon. "La Cenicienta se convirtió en princesa y los Marlins le han dado una lección al béisbol. Cuando se juega con pasión, el dinero es secundario".

Y no le faltó razón. Los Yankees —con una nómina salarial de 180 millones de dólares— parecían muy superiores a unos Marlins que no pasan de los 50. Por otra parte, los Mulos poseían el peso de la tradición y del éxito, al contar, en los primeros cien años de historia de las Serie Mundiales, con 26 anillos de campeones.

Los Peces, aseguraban todos, serían aplastados en el Bronx, de ello se encargarían el dinero, la historia, la tradición y los fantasmas de Babe Ruth y Lou Gehrig, quienes, según cuentan, aún siguen rondando el Yankee Stadium, ofreciéndole protección a su amado equipo.

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De modo que la batalla se planteó así: los Marlins contra el mundo. Y los Marlins vencieron. Jóvenes e impetuosos, el veterano McKeon apretó la mano, impuso su disciplina y les mostró el camino hacia el éxito, venciendo en el camino a rivales de mayor linaje como los Cachorros de Chicago y los Gigantes de San Francisco.

Los Yankees, por su parte, tuvieron que sudar al máximo para imponerse a los Mellizos de Minnesota y a los Medias Rojas de Boston. Cuando llegaron a la Serie Mundial estaban extenuados y no fueron rivales para unos Marlins cuyo promedio de edad es de 26 años. Literalmente, fueron arrollados.

El equipo del piloto Joe Torre pareció cansado y su pitcheo veterano no pudo aguantar el ritmo vertiginoso y convulso impuesto por unos Peces que basaron su juego en la agresividad, además de contar con hombres de poder en el medio de la alineación.

"Es una victoria tremenda, porque es la recompensa de un duro año de esfuerzos y sacrificios", comentó Mike Lowell, hijo de cubanos nacido en Puerto Rico. "Nadie nos daba crédito y eso nos dio más fuerza para seguir adelante en la pelea".

Y así fue. Cuando McKeon fue llamado en reemplazo del despedido Jeff Torborg, los Marlins se encontraban a casi 10 juegos por debajo de la marca de 500, y la organización, sin estadio, fanáticos ni futuro, era un caos.

Hoy el futuro de los Marlins es más claro. La fiebre del béisbol ha vuelto a revivir en el sur de la Florida y, especialmente, en Miami, donde al saberse la noticia del triunfo miles de personas se lanzaron a las calles. También ha comenzado a hablarse del nuevo parque, un requisito indispensable para la supervivencia del club.

De mantenerse intacto el núcleo del equipo, a los Marlins le quedan algunos años para formar una nueva dinastía e intentar de nuevo el asalto a la corona mayor que puede ofrecer el mundo del béisbol.

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