www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Gloria y caída
¿La travesía marítima es la única salida para el futuro profesional de Kendry Morales?
por IVáN GARCíA, La Habana
 

Era una tarde sin nubes de marzo de 1998. El sol maltrataba la piel como un latigazo. Pero en los terrenos de béisbol aledaños a la Ciudad Deportiva se hacía caso omiso al calor de espanto. Un puñado de fanáticos, de esos que hurgan en cualquier terreno de pelota para descubrir nuevas estrellas, estaban a la expectativa.

Kendry Morales
Kendry Morales.

Ya en el apasionante mundillo del béisbol se comentaban las cualidades de un receptor de 16 años, llamado Braian Peña, bateador feroz y slugger en ciernes. Hacia ahí me dirigí a ver a Peña, que jugaba en ese entonces en el equipo de 15 y 16 años, que se entrenaba para el Panamericano de su categoría y como preparación estaban insertados en la lid nacional juvenil de 17 y 18 años.

Pero esa tarde, además de Peña, que el año siguiente abandonó el país y que ahora es uno de los grandes prospectos de las Grandes Ligas, entre los Bravos de Atlanta, me dejó con la boca abierta un muchacho alto, fuerte y discreto, que jugaba el béisbol sin aspavientos.

La primera vez que vi a Kendry Morales fue como pitcher de relevo en una situación candente: bases llenas y un solo out. Resolvió el inning como los grandes: con rectas de 90 millas y una curva inédita para su categoría.

"¿Quién es ese?", pregunté al aficionado sentado a mi lado. La respuesta vino de una mujer pequeña de cara redonda. "Ese es mi hijo", así supe que la futura estrella se llamaba Kendry Morales Rodríguez. Tenía en ese entonces sólo 14 años, había nacido en Fomentos, en la provincia de Sancti Spíritus, a 800 kilómetros de La Habana, pero desde los 11 años vivió en el reparto La Güinera, al sur de la capital y perteneciente al municipio Arroyo Naranjo.

Pero el asombro no paró ahí. En su turno al bate disparó un palo tremendo por el jardín derecho, la pelota voló como si tuviese alas y se posó en el techo de un garaje, a casi 460 pies del terreno número 1 de la Ciudad Deportiva. Nunca en mi vida había visto a un pelotero de 14 años conectar tan soberbio estacazo. Me grabé su nombre y seguí su desempeño futuro.

Ese año integró la selección nacional y fue su pitcher estrella, además de bateador destacado. Al siguiente explotó en toda su dimensión. Fue líder jonronero en cuanto evento nacional e internacional tomó parte. Y en el 2000 daba el salto a la categoría juvenil.

Kendry El Grande

Precisamente en el año 2000 comencé a escribir crónicas deportivas para Encuentro en la Red. En conversaciones telefónicas con el director del periódico, además de Cuba y su laberinto de problemas, hablamos de béisbol. Desde esa fecha le señalé el surgimiento de un grande. Escribí un par de crónicas de las nuevas joyas del béisbol cubano y lo clasifiqué como uno de los más grandes peloteros de la Isla a la vuelta de dos o tres años.

Ya en el 2000, en su primer evento como juvenil, repartió batazos de todas las dimensiones y fue un pitcher decisivo para que Ciudad de La Habana se alzara con la corona nacional. En su segundo año en esa categoría fue todo un terremoto.

Bateó 425 en la lid local y, gracias a su ofensiva y pitcheo, Cuba se llevó el título en el Torneo Panamericano jugado en Camagüey, en 2001, donde fue seleccionado el jugador más valioso. Y también fue el único que le pudo conectar a un pitcher zurdo de Estados Unidos, con rectas de 96 millas y una endiablada slider. Morales le pegó jonrón y doble.

En el partido que daba el pase a la final frente a Venezuela, Cuba perdía por tres carreras y, en el octavo capítulo, Morales la desapareció por el jardín izquierdo con dos en bases para empatar el pleito. Decidió el siguiente inning, por cierto, otra estrella en ciernes, Yulieski Gourriel. Desde esa fecha, a Morales se le veía el temple de los grandes.

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