Cansados de su inconsistencia y con la paciencia colmada, los Yankees de Nueva York le dijeron adiós al pitcher José Ariel Contreras y lo enviaron a los Medias Blancas de Chicago, donde tratará de darle un nuevo aire a su carrera.
A cambio, los Yankees obtuvieron al mexicano Esteban Loaiza, un probado competidor que el año pasado ganó más de 20 juegos y al que deberá irle mucho mejor que al cubano en el ambiente complejo de la Gran Manzana.
Los Yankees tenían como plan inicial hacerse con los servicios de Randy Johnson, pero el futuro miembro del Salón de la Fama de Cooperstown prefirió quedarse con Arizona, donde probablemente termine su carrera. Los bombarderos terminaron quedándose con otro estelar.
En cualquier caso, quedó claro que los días de Contreras con los Yankees estaban contados. Quedan menos de dos meses para el final de la temporada y los neoyorquinos ya no confiaban en el pinareño para intentar la conquista de otra Serie Mundial.
Con dos piezas vitales de la rotación como Kevin Brown y Mike Mussina con problemas de salud, los Yankees no pretendían poner gran parte de su destino en las manos de un lanzador que ganaba un día y perdía otros dos seguidos.
Y no se trata de victorias y derrotas analizadas de manera fría. Es que Contreras era bateado con absoluta libertad y su promedio de carreras limpias es de casi seis carreras por juego. Inadmisible en alguien que gana $32 millones en tres temporadas y que se trajo para que fuera la piedra fundamental del pitcheo de primera línea.
En sus tres últimas salidas, Contreras fue vapuleado sin misericordia, pero a los Yankees les preocupó sobremanera su pobre ejecución contra los Medias Rojas de Boston, un equipo con el que sostienen una rivalidad enconada y casi centenaria, desde que Babe Ruth dejó Massachussets por la ciudad que nunca duerme.
Unos se van, otros se quedan
Una semana antes de que finalizara la fecha tope para traspasos en las Grandes Ligas, los Yankees comenzaron a llamar a otros equipos para escuchar ofertas por Contreras hasta dar con el acuerdo que los satisfizo, al igual que a los Medias Blancas.
Por otra parte, todo parece indicar que Contreras estaba hastiado en Nueva York, una ciudad que adora a los héroes y humilla a los perdedores. El cubano no estuvo a la altura de las circunstancias y los abucheos fueron constantes, ensordecedores. Así que lo mejor que puede haberle pasado es este cambio de ambiente.
No es que Chicago no sea exigente, pero la presión será mucho menor en un equipo con menores expectativas. Además, el manager de los Medias Blancas es el venezolano Ozzie Guillén, de modo que la barrera del idioma será más flexible para Contreras.
Guillén, quien fuera uno de los mejores torpederos de las Mayores, obró maravillas con los jugadores latinos de los Marlins en 2003, cuando era coach de tercera base de los actuales campeones de la Serie Mundial.
Si hay alguien capaz de convertir a Contreras en un ganador es Guillén, quien sabe ser amigo y jefe a la vez, pero si el cubano es incapaz de darle un vuelco a su carrera de la mano del venezolano, su caso será prácticamente insoluble, para no decir que su paso por las Mayores habría llegado a un punto muerto.
Y bien, Contreras se ha ido, pero en Nueva York permanece Orlando El Duque Hernández. Nadie hubiera podido imaginar que el veterano lanzador de Industriales conquistaría un puesto en la rotación y se afincaría tras casi dos años de inactividad a causa de una operación en el codo.
Alguien debería aconsejarle a Contreras que en su mudada a Chicago se lleve algo de lo que le sobra a El Duque. |
