Llegó la hora de saber si la maldición del Bambino es eterna o terminará este año. Desde hace dos días, los Medias Rojas de Boston disputan la Serie de Campeonato de la Liga Americana contra los Yankees de Nueva York, en la contienda más esperada de las Grandes Ligas.

Jon Lieber, lanzador de los Yankees.

La Serie de la Liga Nacional —entre los Cardenales de San Luis y los Astros de Houston— también es interesante, pero no iguala a la del nuevo circuito ni en tradición, ni en drama, ni en los actores involucrados.

Entre Boston y Nueva York el odio es a muerte; asusta y crece con cada temporada que termina. Todavía se recuerda el jonrón de Boone que en extra innings dejó al campo a los Medias Rojas el año pasado. Desde 1918, los Patirrojos no saben lo que significa ganar una Serie Mundial.

De una ciudad a otra, los fanáticos, los peloteros y hasta los dueños de las franquicias se odian. En Boston llaman a Nueva York "el imperio del mal"; en la Gran Manzana, califican a los bostonianos de "perdedores sin remedio".

Es conocida la cantidad de veces que, desde que los Patirrojos enviaran al legendario George Babe Ruth a los Yankees, la suerte ha esquivado a la franquicia de Boston. Aunque desde entonces siempre han presentado equipos de calidad, no han logrado dar el paso definitivo hacia la conquista de un Clásico de Octubre.

Este año, todo el país parecía coincidir en que sería la oportunidad para destrozar de una vez y por todas la mala racha que ya casi alcanza el siglo. No parecían faltar razones para ello: Boston presenta el equipo más completo de las últimas temporadas, con la rotación de pitcheo más ponderosa —ese uno-dos de Pedro Martínez y Curt Schilling no tiene comparación—, una ofensiva que no da tregua y un banco profundo y compacto.

No hay lados débiles en los Medias Rojas —o al menos eso se creía hasta hace dos días—, pero del bando de los Yankees, además de un buen equipo de béisbol, se encuentran la tradición, el legado, un rosario de Series Mundiales y… la perenne sombra del Bambino.

Ya lo demostraron en la Serie Divisional contra Minnesota. Los Mellizos ganaron el primer choque y estuvieron a punto de echarse la serie en el bolsillo cuando los Yankees revivieron en el segundo, y en el cuarto borraron una desventaja de cuatro carreras para conquistar el banderín.

En 61 de sus poco más de 100 victorias en la temporada regular, los Yankees vinieron de abajo para vencer. Eso sólo pueden hacerlo los Mulos de Manhattan, los Bombarderos del Bronx, los niños mimados de Babe Ruth.

Pero la esperanza es lo último que se pierde y Boston sigue aferrada a ella. Se hacen llamar "la banda de idiotas" y destrozaron con una barrida a los poderosos Angelinos de Anaheim para avanzar a la segunda ronda de los play-offs, mientras Nueva York sudaba la camiseta ante los Mellizos.

De acuerdo con la razón, los hechos y los pronósticos, este debería ser el año de Boston; pero la vida, lo sobrenatural y la famosa maldición siempre han obrado milagros para los Yankees.

Hasta ahora, la balanza ha vuelto a inclinarse a favor de los neoyorquinos. Han salido airosos en los dos primeros enfrentamientos, respaldados por las estelares actuaciones de sus abridores Mike Mussina y Jon Lieber, quienes han doblegado al binomio Schilling-Martínez.

La Serie se reanuda hoy en Boston, con Brandon Arroyo y Kevin Brown como probables abridores. Perdiendo por dos, los Patirojos tratarán de revertir el curso de la historia. Difícil tarea si el Bambino se mantiene velando.