www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 5/8
 
126 libras de chocolate
Eligio Sardiñas Montalvo: De campeón mundial de boxeo a una vida sin Esperanza.
por ELISEO ALBERTO, México D.F.
 

V

"Black se había vaciado, blanquito: era un guante sin mano, una alpargata sin pie, un bolsillo de carne. Lo extraño. Mucho. Me duelen las piernas cuando pienso en él. A partir de aquella escalera interminable ya nada fue igual. Voy de recuerdo en recuerdo, de rama en rama. ¿Puedes imaginarte lo que se siente ser Campeón Mundial tan jovencito? No. No puedes imaginarlo. Ponte en mi lugar. Inténtalo. ¿Puedes imaginar lo que se siente al amarizar en la bahía de La Habana en un avión privado, como un cisne de alas grandes, y ver a miles de personas aplaudiéndote desde las dos orillas? Qué privilegio. Hay una película de ese recibimiento. Yo voy en ese avión, el que amarizó entre barcos. Un avión blanco. Y luego perder tanta gloria
Kid Chocolate y su manager
Luis Felipe 'Pincho', Kid Chocolate.
ante un espantapájaros llamado Frankie Klick, un perfecto desconocido, y todo por culpa de la temblequera de mis patas. Que te gane el incansable Benny Blass o Jack Kid Berg no es pecado, ¡pero Frankie Klick, si Frankie Klick era un bulto! Mira, Benny Blass solía terminar sus combates antes del tercer asalto. Tenía un martillo en cada puño. Me dio un mandarriazo en la tabla del pecho que me puso en órbita. Mis rodillas estaban hechas de merengue. De esa pelea sólo recuerdo la cara de Benny bajo el cono de luz. No me explico cómo pude vencerlo. De milagro. Yo acostumbraba a persignarme antes de que sonara la campana. Sé que a Dios le gusta el boxeo. A veces, pocas, Él me ayudaba. Ese día, por ejemplo. Yo no vencí a Benny Blass en Filadelfia: no hubiera podido. Ganó Dios. Otra fue la historia ante Jack Kid Berg, el caballeroso inglés, un atleta de cuerpo entero. Todas las noches, desde aquella noche de agosto, sigo golpeando a Jack Kid Berg. Llevamos cien mil rounds peleando. Pega duro. Hasta en sueños pega durísimo. Despierto sudando, aterrorizado. Perdí sin perder. Me robaron la pelea. Lo mismo me sucedió contra Battalino, meses después. Lo tumbé. Cayó redondo. Los italianos caen bonito, ¿sabes?, con estilo, grandilocuencia. El réferi lo ayudó en el conteo. La gente en el Madison Square Garden lo sabe. Dos veces le gané a Battalino el campeonato mundial, en una sola pelea, pero los jueces le regalaron el combate, también dos veces. Battalino lo reconoció. Me lo dijo en un bar: me dijo que el réferi contó lento, muy lento. Battalino siempre pagaba sus deudas. Era un buen hombre, de principios, gran señor. También fui amigo de Tony Cazoneri, Fidel La Barba, Lew Feldman, a quien le arrebaté la corona de los ligeros que puso en juego la Comisión del Estado de Nueva York. Yo prefería la trusa negra, con listas rojas. No sé, me inspiraba confianza. Hablo como los locos. Sin ton ni son. Pero tú entiendes, ¿verdad, blanquito?

"El boxeo es un arte; el boxeador, un artista. Luis Felipe me llevó al médico. Estaba liquidado. En la fuácata, como decimos los cubanos. El doctor me preguntó si había pasado mucha hambre en mi infancia, y le dije que para mí un caramelo era un banquete. La hambruna me enfermó. Padecía tuberculosis ósea. Mis huesos estaban faltos de sopa. No sólo de pan vive el hombre: también necesita proteínas, vitaminas, minerales y un buen bistec de vez en cuando. La tuberculosis ósea es enfermedad de hambrientos. Luego vino la sífilis, pero a ese mal no le guardó gota de rencor porque era el precio que entonces debía pagar por amar a ciento once mujeres. La huella de las tripas sí que duelen; las del corazón, acompañan. Son cicatrices de guerra, cruces en la culata del revólver. La penicilina llegó tarde para mí. La última vez que fui a Nueva York me invitó Kid Gavilán: iba a discutir un campeonato mundial y me pidió que lo acompañara para darse 'brillo'. Yo era un cadáver. Gavilán medía cinco pies pero tenía la fortaleza de un toro. Asimilaba hasta el atropello de una locomotora. Nunca lo noquearon ni visitó la lona. ¿Por qué menciono a Gavilán? Ya sé: por mi encuentro con Sugar Ray Robinson. Quiero decir, mi segundo encuentro. Una buena anécdota, de esas que parecen de película. Sugar la relata en sus memorias. Tengo el libro por ahí. Recuérdamelo, para contarte después. ¿Qué te decía?

"¡Ah!, las mujeres. No me arrepiento. Si volviera a nacer, me robaría pollos de las carnicerías. Por tres asuntillos pendientes quisiera otro chance: para buscar a Esperanza, para desquitarme de Frankie Klick y para cobrar el cheque que me ofreció Sugar Ray Robinson aquella tarde. Odio la pedantería. La principal virtud del hombre es la sinceridad. Y te soy sincero, aunque parezca pedante: yo fui el mejor boxeador del mundo. De verdad. Dios lo sabe. Pregúntale cuando te mueras. Háblale de mí. Dile que debo estar en el infierno. Mi carrera acabó de repente, de golpe y porrazo, en plena juventud. Así es el mundo, una caja de sorpresas. Qué cosa. Pobre Black. Tuvo cojones para volárselos. De cuajo. ¡Táyaba!".

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5. V...
6. VI...
7. Sugar Ray Robinson...
8. No lo entiendo...
   
 
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