AFP/ La Habana. Somnolientos por la diferencia horaria con Bangkok, y frustrados por haber perdido el campeonato mundial de boxeo en la última pelea, los aficionados cubanos desahogaron su mal humor el sábado con frases injuriosas contra el arbitraje y, en muchos casos, regresaron a la cama.
"Ese alemán (el árbitro) es una cuchilla, le quitó un punto a Carrión y no vio los cabezazos del ruso, que cometió un montón de faltas", dijo un irritado aficionado del barrio de Santos Suárez, en La Habana, tras sonar la campana de la última pelea del mundial, ganado por Rusia con 44 puntos contra 40 de Cuba, en segundo lugar.
Los apasionados del boxeo en la Isla se levantaron a las 03:00 (07:00 GMT) para ver u oír la jornada final del mundial, transmitida en directo por la radio y la televisión.
Cuba llevó cuatro hombres a la final y seis Rusia, su más encarnizado rival por la corona por equipos. La tensión fue subiendo en la medida que Lorenzo Aragón (69 kg), Mario Kindelán (60) y Odlanier Solís (91) despacharon a sus rivales, obtuvieron las medallas de oro e igualaron el acumulado de puntos con Rusia.
En un final no apto para cardíacos, el campeonato por equipos se decidió en la última pelea de los superpesados (más de 91kg) entre el cubano Pedro Carrión y el ruso Alexandre Povetkin, quien en su pleito anterior por la presea de plata había sufrido una fuerte lesión en el pómulo derecho.
El combate, en el cual derrocharon valor y faltas ambos contrincantes, se mantuvo con un marcador parejo de puntos hasta el tercer round, cuando el árbitro alemán penalizó al cubano (dos puntos) por una falta, ignorando las cometidas por el contrincante ruso.
A pesar de los esfuerzos del gigante cubano en el último asalto por forzar las hostilidades, el marcador final fue de 29-27 a favor del ruso, precisamente la misma diferencia que le costó al cubano la sanción arbitral.
Ahí comenzaron las protestas de los cronistas deportivos que narraron la pelea desde Tailandia, del entrenador cubano Sarbelio Fuentes, y de los miles de aficionados en toda la Isla que, frustrados y malhumorados, se desahogaron en improperios no publicables contra el árbitro alemán y en buena medida regresaron a la cama a rescatar el sueño perdido. |