www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
   
 
Fallece en Miami el ex lanzador Rigoberto Betancourt
 

El ex lanzador Rigoberto Betancourt Herrera, un estelar zurdo que hizo historia en la pelota cubana de los sesenta con sus curvas endemoniadas, falleció el jueves en un hospital de Miami, víctima de un ataque cardíaco. Tenía 59 años.

El deceso de Betancourt se produjo en el Centro Médico Palm Springs de Hialeah, localidad donde residía desde su llegada a Estados Unidos en 1999. El ex pelotero formaba parte de la delegación oficial de más de 300 miembros que viajó a Baltimore para asistir al histórico juego de exhibición entre la selección nacional de Cuba y los Orioles en el Camden Yards. Tras el partido abandonó al grupo y se entregó a la policía de la ciudad.

Betancourt viajó entonces a Miami, donde fue recibido como un héroe por la comunidad exiliada. Sus expectativas eran convertirse en entrenador de picheo de algún conjunto de Grandes Ligas o una sucursal de Ligas Menores, pero esas aspiraciones se vieron frustradas después de múltiples gestiones. Hasta hace poco había sostenido conversaciones con representantes de los Medias Rojas de Boston en busca de un empleo que le permitiera hacer lo único que deseaba y le facilitara una mejor retribución monetaria.

"Pensé que vendría aquí a disfrutar los frutos de mi trabajo, ese era mi objetivo… pero todo ha salido mal", había declarado en una reciente entrevista.

Terminó trabajando en el turno de la noche de un establecimiento de la cadena Farm Stores y ocupando un estrecho apartamento en Hialeah. Sin embargo, en su tiempo libre entrenaba a muchachos que integran los equipos locales de high schools (preuniversitarios) y llegó incluso a filmar un video didáctico donde explicaba sus secretos y técnicas como lanzador.

La carrera de Betancourt como integrante de los equipos de La Habana y de la selección nacional de Cuba fue corta pero memorable. En ocho series nacionales su récord de ganados y perdidos fue de 38-27, con un promedio de carreras limpias de 2,51 y 573 ponches acumulados en 569 entradas de actuación.

Fue un ponchador por excelencia. En la V Serie Nacional de 1966 estableció una marca de 18 bateadores retirados por la vía del ponche. Durante dos años consecutivos alcanzó cifras de más de 100 ponches, toda una hazaña para torneos cortos y de escasos equipos como lo fueron las primeras competencias de pelota cubana posterior a 1959.

El "Pequeño Gigante de la lomita" —Betancourt apenas medía 5 pies y 6 pulgadas— integró la novena nacional durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Juan, Puerto Rico, en 1966, y en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá, en 1967.

Una lesión en el brazo de lanzar arruinó la carrera del más espectacular de los zurdos que conoció el béisbol cubano en la primera década del deporte postrevolucionario. Su curva aún se recuerda como una de las más pronunciadas y efectivas de la pelota cubana de todos los tiempos.

En sus viajes al extranjero como miembro del equipo Cuba, tres asociaciones de Grandes Ligas de Estados Unidos intentaron firmarlo a finales de los años sesenta. En una ocasión los Phillies de Filadelfia llegaron a ofrecerle un contrato de 100.000 dólares, monto considerado alto para la época. Pero entonces Betancourt declinó las ofertas y optó por quedarse en su país, convertido en entrenador de picheo de otras grandes luminarias cubanas como René Arocha, Lázaro Valle y José A. Contreras.

También cumplió contratos en el extranjero como entrenador, representando al Instituto Nacional de Deportes y Recreación (INDER). Su salario mensual en Cuba era equivalente a unos 7 dólares.

Admitido como refugiado político, Betancourt reclamó a su esposa Martha Mesa, quien recibió visa para emigrar a Estados Unidos en el 2000. Como es tradicional en estos casos, el gobierno cubano le denegó el permiso de salida. Mesa incluso trató infructuosamente de llegar en un bote hacia las costas de la Florida, en el 2001.

El jueves en la mañana fue un compañero de la infancia y el primer catcher de Betancourt, el doctor Tony Gordon, quien recibió la llamada del hospital de Hialeah informándole que tras 40 minutos de intentos por revivirlo, el amigo había muerto.

Lo sobreviven su padre, esposa y una hija en Cuba, así como un hijo de 30 años en Miami. La fecha y arreglos de los servicios fúnebres están aún pendientes.

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