www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
La gloria del madero
No figuran lanzadores entre la docena de peloteros descendientes de cubanos que se desempeña en la Gran Carpa.
por ALBERTO ÁGUILA, Miami
 

Desde que Babe Ruth comenzó a disparar jonrones e impulsar carreras por cantidades industriales en 1920, los fanáticos beisboleros inclinaron la balanza de la popularidad hacia los bateadores por encima de los lanzadores, y así ha sido hasta nuestros días. Detrás del bambino maravilloso vinieron Ted Williams, Joe Dimaggio y Mickey Mantle, entre otros, que fueron más admirados que pitchers como Allie Reynolds, Bob Feller y White Ford.

Luis González
Luis González, jardinero izquierdo.

En la patria de José Martí ocurrió lo mismo. En los gloriosos campeonatos de la Liga Cubana, Roberto Ortiz tenía más partidarios que Conrado Marrero, Perucho Formental que Adrián Zabala, y sucedía igual con los norteamericanos que nos visitaban. El jonronero Dick Sisler fue un ídolo superior a Max Lanier. Esa preferencia se trasmitió por generaciones, y cuando los cubanos comenzaron a emigrar en 1960, lo único que pudieron llevarse colectivamente fue su apego al béisbol y a los bateadores.

Orestes Miñoso, Tany Pérez y Tony Oliva estuvieron en la cúpula de la fama por aquel entonces, y quizás por ello la avanzada antillana que se asentó en Miami prefirió que sus hijos se dedicaran más a usar el bate que la pelota. Por eso hoy no debe extrañar que los 10 jugadores cubano-americanos y los 2 cubano-puertorriqueños que aparecen en la Gran Carpa, sean bateadores. No hay un solo monticulista.

Desde los tiempos del derecho Alex Fernández, que debutó en 1990, no se vislumbra ningún serpentinero entre los descendientes de cubanos que residen en el exterior. En la Liga Americana la relación está comandada por el extraordinario inicialista Rafael Palmeiro, quien llegó aquí de muy pequeño y es el próximo candidato para arribar a la fenomenal marca de 500 jonrones. Le sigue el receptor Jorge Posada, de padre cubano y nacido en Puerto Rico. La lista la completan Diego Seguí, primera base del Baltimore; Rickie Gutiérrez, por ahora lesionado, segunda base del Cleveland; y Raúl Ibáñez, jardinero del Kansas City.

Luis González, patrullero izquierdo del Arizona, es el abanderado de los cubano-americanos en la Liga Nacional, y detrás Mike Lowell, antesalista de los Marlins, que también es mitad cubano y mitad borinqueño. Fernando Viña, un excelente segunda base, orgullo de los Cardenales de San Luis, comparte equipo con el ahora jardinero Eli Marrero, y con Eduardo Pérez, un defensor del primer saco. Los restantes son Alex González, torpedero de los Cubs de Chicago, y Bobby Estalella, catcher del Colorado.

Al parecer, la tradición se mantendrá, porque en el panorama de las Ligas Menores no se adivina ningún tirador de ascendencia cubana.

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