www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
   
 
Washington: Un Panda para Migdalia
por ALCIBíADES HIDALGO
 

Mi prima Migdalia Hidalgo vive en Nuevitas, nuestro pueblo natal en la costa norte de Cuba, en la vieja casona de la calle Céspedes que su padre Juan José compró en 1955 cuando se sacó el premio gordo de la lotería nacional.
Fidel Castro
Jiang Zemin y Fidel Castro visitan la sede del Grupo Electrónico Panda.
Mi tío – sé que no lo van a creer— volvió a ganar la lotería tres años después. Salió hacia Lugareño, un cercano ingenio azucarero, a celebrar el nuevo premio en una parranda sin fin contra la opinión del médico que le había advertido del triste estado de su hígado. Sus amigos lo trajeron ya en coma y murió al día siguiente. En la familia decíamos que a tío Juan José lo mató el exceso de suerte.

El verano pasado viajé a mi pueblo y volví a ver a Migdalia después de muchos años. Está retirada y se ha convertido en una santera de prestigio a la que mucha gente acude para conocer el futuro y resolver dificultades. Me abrazó y en voz baja dijo, enigmática, que sabía de mis problemas y que ahora que me había visto podía preparar un buen "trabajo" para abrir caminos. Debe haberlo hecho porque el mes siguiente, tras varios intentos fracasados y peligrosos, logré llegar a los cayos de la Florida.

Migdalia estaba contenta porque en una asamblea sus vecinos le habían otorgado el derecho de comprar un televisor chino a colores marca Panda, de los cuales el Gobierno cubano ha adquirido un millón gracias a un crédito muy generoso, acordado entre Fidel Castro y su amigo Jiang Zemin.

Los vecinos de mi prima tuvieron que decidir entre ella y una minusválida que mostraba su limitación como razón para adquirir el Panda. El representante de la Dirección Municipal de los Comités de Defensa de la Revolución, a través de los cuales se adjudican los televisores chinos en los barrios, no favorecía a Migdalia por sus notorias prácticas religiosas. Mi prima, siempre de armas tomar, no se amilanó y exhibió a la audiencia los documentos que la acreditan como la primera mujer en Cuba que operó una enorme grúa portuaria cuando era una joven esbelta de bonitos ojos claros. Alegó otros muchos méritos laborales y revolucionarios y la reunión, por votación dividida, le dio finalmente el Panda. La sabiduría popular decidió también que la minusválida recibirá el próximo televisor que llegue a la calle Céspedes.

Migdalia, con algún pesar, piensa que los CDR debieron enviar dos televisores a la cuadra, para evitar la penosa puja. Por eso, me comentó amargamente, la gente dice con razón que Panda significa Producto Altamente Nocivo, Destruye Amistades. Las asambleas donde se decide quién compra el Panda tienen muy en cuenta la actividad de los vecinos en el CDR, incluida la revivida guardia del comité. Es la contribución de los Panda a la vigilancia revolucionaria.

El gobernante cubano en su actual gira por China visitó la fábrica de los televisores en Nanjing. Fidel Castro recordó ante los trabajadores de la industria que había solicitado los Panda a Jiang Zemin en Nueva York en 1995, cuando ambos acudieron al cincuentenario de las Naciones Unidas. Estarían destinados, le explicó entonces, a las aulas de todas las escuelas cubanas, lo cual resultó cierto y una de las mejores decisiones del Gobierno de Cuba en los últimos años.

Los televisores, como los osos chinos que les dan nombre, son valiosos, y en las escuelas donde no han sido protegidos por rejas los maestros han debido organizar turnos de guardia para su custodia, con la ayuda de los padres de sus alumnos. Con la televisión, además de clases, los alumnos reciben la programación de la incansable Batalla de Ideas. Es la contribución de los Panda a la ideología revolucionaria.

En barrios y centros laborales los televisores se venden a los elegidos por un precio simbólico de doscientos dólares, que el Gobierno cobra en su equivalente de más de cinco mil pesos cubanos —unos dos años de salario promedio— pese a que el muy blando crédito chino se pagará, si acaso, en un futuro lejano. Es la contribución de los Panda al saneamiento de la economía interna.

Cuando comenzaron a llegar los Panda se anunció que cualquier otra marca de televisores desaparecería del mercado en divisas. Los televisores chinos serán la única opción, aun para los afortunados poseedores de dólares. Es la contribución de los Panda a la recaudación de divisas y a la igualdad revolucionaria.

En Nanjing Fidel Castro, siempre visionario, dijo a los entusiasmados trabajadores chinos que se compromete no sólo a ser cliente del Panda, sino su promotor en América Latina. En el libro de visitantes de la fábrica, según publicó Granma, escribió: "Un millón de gracias, una por cada televisor". Yo también estoy agradecido a mi prima Migdalia por su desinteresada asistencia espiritual. Quisiera enviarle por lo menos cien dólares para ayudarle a pagar su Panda.

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