www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 1/2
 
La Habana: Nuevo catauro de expresiones cubanas
por JOSé H. FERNáNDEZ
 

El idioma nos hace y nosotros, en pago, lo deshacemos. Así lo dijo un genio. Desde entonces todo el mundo lo sabe. Lo que sí había permanecido totalmente inédito hasta ahora, tal vez por responder a una coyuntura impredecible,
Lenin
Lenin barre con los 'agentes degenerados a sueldo de potencias extranjeras'.
es el caso en que la imposición de cambios brutos y desmedidos en el habla común no sólo puede provocar perjuicios para el idioma, sino también para la historia, el espíritu y la moral de toda una nación.

Los nazis intentaron aprovechar esta circunstancia, pero no les salió bien. Por lo menos hace ya más de medio siglo que nadie utiliza en Alemania la despectiva expresión Ungeziefer, que paradójicamente Goebbels había robado a Kafka con el propósito de que fuera empleada en todo el país para estigmatizar a los judíos y a los intelectuales enemigos de Hitler.

Al totalitarismo soviético no le fue mucho mejor. Algunos denuestos barajados por Lenin para marcar a sus opositores ("parásitos de nuestro partido", "agentes degenerados a sueldo de potencias extranjeras", "víboras inmundas") viciaron eventualmente la atmósfera social, a la vez que colmaban de prisioneros los campos de trabajos forzados y sembraban el dolor y la rabia en los corazones de miles, millones de personas. Pero al final no iban a provocar estragos de consideración en el idioma ruso. Y aun cuando tales expresiones consiguieran alterar los modelos de conducta de las muchedumbres, en tanto instrumentos represivos y de manipulación, tampoco podría hablarse de consecuencias futuras para la idiosincrasia de aquellos pueblos. Debe ser porque su influencia operó, sobre todo, en el ámbito de la barricada política, y siempre a tenor de los discursos, las consignas, del poder, sin que llegara a establecerse en el vocabulario de la gente de a pie.

Un fenómeno distinto es el de Cuba, donde a lo largo de casi medio siglo la voluntad y la idiosincrasia populares han sido continuamente compulsadas, debilitadas, modificadas, no sólo por el sistema de acontecimientos que rige cada instante de la vida, sino también mediante las palabras de quienes provocan y/o imponen estos acontecimientos.

Por ejemplo, el vituperio "gusano", heredero de la Ungeziefer nazi, se ha convertido en un término corriente para los cubanos. Al escucharlo, nadie se remite a esos invertebrados de estructura blanda, untuosa, repulsiva, cuyo nombre también ha sido aquí expropiado y puesto al servicio del poder político. Antes que todo lo demás, gusano es quien no actúa o piensa o se expresa de acuerdo con las pautas del régimen. A tal punto este insulto llega a ser asimilado por el inconsciente colectivo que no resulta extraño ver que muchas de las propias víctimas a las cuales se aplica son las primeras en reconocerse como gusanos, incluso hasta con un cierto orgullo. Es así como la maniobra del poder no sólo se asienta en el diccionario, sino que enrarece la escala de valores de toda la sociedad.

"Los nombres derivan de las cosas" (nomina sunt consequentia rerum), solían exclamar los césares de Roma a la hora de imponer su lengua y sus ideas en tierras de conquista. En la Isla tal imposición tiene lugar en predios de la conciencia y del proceder ciudadanos, y está resultando mucho más efectiva, toda vez que ahora el César, poseedor de los útiles de la modernidad, conoce que hay ciertas actitudes que al ser indicadas u obligadas insistentemente, terminan por conformar el carácter de las personas. Se trata entonces de una fuerza agresora capaz de traspasar los lindes del idioma. Y de llegar al alma humana.

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