www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
   
 
Miami: El arma química de Bush
por EUDEL CEPERO
 

Una simple reacción química entre hidrógeno y agua pueda causar un daño mortal a las fuerzas terroristas globales y dejar prácticamente sin influencia geopolítica a algunos de
Coches
750 hL, modelo BMW de 'celdas de combustible'.
los principales gobiernos y naciones hostiles a la democracia y los derechos humanos. Parece increíble, pero es lo que el presidente George W. Bush piensa de acuerdo con el tercer objetivo que propuso en su reciente discurso sobre el estado de la Unión.

Por suerte, la nueva receta para lograr la tercera meta de Bush no implica perforar pozos de petróleo en los prístinos hielos de Alaska, o en la costa oeste de la Florida. La tecnología y el potencial científico han sido considerados como alternativa pacífica con la cual enfrentar el terrorismo: un presupuesto de 1,2 billones de dólares para el desarrollo de autos movidos por hidrógeno fue requerido por el inquilino de la Casa Blanca.

Si bien el asunto ha sido relegado a un tercer plano dada la inminente guerra en Irak, el alarde atómico de Corea del Norte y las múltiples amenazas terroristas, promover la independencia energética de la primera economía del mundo es probablemente una de las estrategias imprescindibles para hacer colapsar las por ahora inagotables fuentes de financiamiento provenientes del petróleo, que sostiene parte del extremismo globalizado; de paso, ello puede favorecer que respiremos con más tranquilidad. No se trata sólo de seguridad, sino de que el aire esté más limpio.

La nueva opción para el trasporte automotor es conocida como "celdas de combustible", y sus principios fueron descubiertos por Sir William Grove —un juez galés y honorable científico— en 1839. Sin embargo, el interés por esta tecnología no tomó cuerpo hasta principios de los años sesenta, cuando la NASA utilizó celdas para producir electricidad en las naves espaciales Gemini y Apollo, y posteriormente en la década del setenta, con la crisis del petróleo.

En términos sencillos: Las celdas de combustible combinan químicamente el hidrógeno y el oxígeno, produciendo agua y energía. Es decir, teóricamente tienen la capacidad de producir electricidad mientras se suministre combustible y oxidantes a los electrodos. El resultado es una reacción limpia, que utiliza un elemento químico abundante en la naturaleza y sólo genera vapor de agua como residuo. Para lograr lo anterior pueden ser usados combustibles como el metano, el etano, el gas natural y el licuado, e incluso biomasa, sistemas eólicos y solares.

Casi un sueño, pues esto implica manejar un carro que no contamina, no hace ruido y usa un combustible cuyo precio podría ser barato y estable. Lo mejor es que desde los años noventa diferentes modelos de autos movidos por hidrógeno han sido puestos a prueba. La compañía Ballard Power System es una de las punteras en el mercado de las celdas de combustible, junto a Daimler Chrysler, produciendo versiones a hidrógeno en modelos tan populares como el Ford Focus. Igualmente, Toyota Motors ha puesto a prueba modelos dotados de celdas de combustible, entre ellos el conocido Highlander SUV, y lo propio han hecho otras compañías automovilísticas.

No todo es color de rosa, pues la tecnología de las celdas de combustible es cara y aún no apta para el gran mercado. Por otra parte, de utilizarse los actuales combustibles fósiles para producir el hidrógeno necesario no se estaría cumpliendo la meta presidencial de la independencia energética, muy por el contrario. Además, el impulso financiero anunciado por el Gobierno, si bien considerable, se extiende por cinco años y no establece compromisos reales para la producción comercial de autos movidos por hidrógeno.

De cualquier manera, se trata de un primer paso importante. Una señal inequívoca de que los arsenales químicos de la paz son inexorablemente más poderosos y eficaces que los de la guerra.

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