www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
   
 
Washington: Los exorcistas de la 'web'
La primera vez que Fidel Castro tocó una computadora fue a finales de los años 80, en casa de Gabriel García Márquez.
por ALCIBíADES HIDALGO
 

La primera vez que Fidel Castro tocó una computadora —como se llama en Cuba a los ordenadores—, fue a finales de los años ochenta, en la hermosa mansión que Gabriel García Márquez disfruta en el mejor barrio de La Habana, justamente al lado de la también hermosa residencia del embajador de Suecia.
Niños con ordenador
Camilitos contra el 'instrumento del demonio'.
El colombiano, como hacía Melquíades en Macondo, acostumbra llevar a la Isla productos de tecnología de punta, para asombrar con ellos a los Castro y otros amigos. El Gabo mostraba el ingenio electrónico al escritor Norberto Fuentes cuando llegó el Comandante y, curioso, se interesó por el aparato. Después de algunas explicaciones tecleó con el mismo dedo de los discursos, el largo índice derecho de cuidada uña, sus cinco letras preferidas : F i d e l.

Cuando su nombre apareció en la pantalla, preguntó a García Márquez qué otra cosa se podía hacer, y al todavía noble Fuentes si los escritores cubanos conocían ese instrumento. Conocía la segunda respuesta de antemano, y lo que sucedió luego es otra historia que debería contar Norberto Fuentes.

Una década después Hassan Pérez, líder de las juventudes universitarias y uno de los mejores oradores de la Isla según Ricardo Alarcón, dijo en Caracas a un grupo de desconcertados estudiantes que debían cuidarse mucho de la Internet, pues era un instrumento del demonio. Claro que puede alegarse que Hassan es el más turco de los jóvenes que rodean al Comandante, pero desde su punto de vista no parece faltarle razón. En Cuba se explicó muy bien que los sucesos de la Plaza de Tiananmen fueron animados desde el exterior por correo electrónico y, en definitiva, la Internet se inventó para el Pentágono.

Fidel Castro descubrió la web hace menos de tres años, en el fragor de la polémica por la posesión del niño Elián. Hasta entonces, sólo extranjeros y altos funcionarios transitaban por las autopistas de la información. Admirado por el recurso que permite multiplicar los periódicos en un país sin papel, y distribuirlos a muy bajo costo en todo el planeta, decidió que surgieran, como los panes y los peces, docenas de sitios cubanos que hoy abundan en la Red, en cumplimiento de su orden y cuidadosamente expurgados de malas noticias locales. Hasta las modestas radios municipales de Camagüey se escuchan en Internet con fotos de tinajones y playas y las mismas informaciones de los periódicos nacionales.

El demonio ha sido exorcizado. Una nueva dirección del Ministerio del Interior, integrada por ideólogos e ingenieros, asumió previsora y severamente el control del espacio virtual. Su labor consiste en supervisar que en cada medio de prensa se cumplan sus requerimientos de Seguridad Informática; en otras palabras, conocer al detalle y rastrear si fuera necesario las páginas que consultan los periodistas para su desempeño en la pérfida Red de Redes.

Los profesionales de la prensa oficial, antes de ser expuestos a las posibles influencias externas, deben estudiar y aceptar por escrito un Código de Ética, especialmente concebido ante el nuevo fenómeno mediático. Nada de pornografía, por supuesto, y sólo lo indispensable en cuanto a lectura de información que provenga de los múltiples enemigos de la nación. Falta grave, entre otras, es la difusión no autorizada de las revelaciones que depara el mundo virtual. Para utilizar el correo electrónico se necesita de autorizaciones especiales. Todo es debidamente anotado en los registros correspondientes y de vez en cuando algunos sonrientes coroneles visitan las redacciones donde se manipulan las peligrosas palabras. El centenar de agraciados periodistas que recibió como regalo personal del Comandante una computadora y treinta horas mensuales de conexión, debe observar las mismas reglas, sólo que a domicilio.

El sistema funciona, ya han sido castigados varios infractores. De veras que todo era más sencillo por aquellos tiempos en que su padre llevó a Aureliano Buendía a conocer el hielo, antes que fuera coronel.

Referencias
Navegantes clandestinos
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