www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
   
 
Washington: Los ayatolás y los elegidos
609 candidatos aspiran a 609 escaños y 609 se convierten en diputados... Una aproximación a las elecciones cubanas e iraníes.
por ALCIBíADES HIDALGO
 

El ayatolá Alí Montazeri fue considerado durante mucho tiempo el más probable heredero del mucho más conocido ayatolá Ruhollah Jomeini, quien encabezó desde su largo exilio en Irak y París el
Ayatolá Ruhollah
Ayatolá Ruhollah Jomeini.
movimiento islámico que derrocó la dinastía de los Pahlevi en Irán, hace más de veinte años.

Apenas una media docena de clérigos entre los musulmanes chiitas alcanza la categoría de gran ayatolá. Montazeri es uno de ellos, y sus impecables credenciales religiosas y políticas no impidieron que otros ayatolás lo apartaran del posible poder supremo. El Guía Espiritual iraní, el más joven ayatolá Alí Jamenei, ordenó hace cuatro años que Montazeri fuera confinado en su domicilio de la ciudad sagrada de Qom, por ofrecer justificaciones teológicas al resultado de las elecciones que llenaron de reformistas el parlamento de Teherán.

Pese al encierro Montazeri continuó sus enseñanzas, prohibidas en las escuelas coránicas, desde su sitio web www.montazeri.com. El religioso de 81 años volvió a ser noticia porque Jamenei, tras el llamado de más de cien parlamentarios iraníes y de la Unión Europea, lo liberó de su reclusión, enfermo y todavía rebelde. El colorido diferendo entre singulares líderes barbudos y de suntuoso atavío motivó varios comentarios reflexivos en la prensa occidental. Uno de ellos, en el Washington Post, explicaba que políticos conservadores de línea dura, a quienes nadie ha elegido, continúan controlando los órganos militares y de la seguridad en Irán, a pesar del amplio apoyo popular a los reformistas que triunfaron en las elecciones, entre los que se incluye al presidente Mohamed Jatamí.

Los complicados matices persas motivan la comparación con los sufragios cubanos recién convocados. No hubo en ellos nada parecido. 609 candidatos aspiraron a 609 escaños parlamentarios y 609 fueron elegidos diputados. Algunos de los comentarios sobre este ya habitual llamado a las urnas se negaron incluso a denominarlo como elecciones, por aquello de que el diccionario de la lengua define el término como una opción entre dos o más candidatos. La segunda acepción del diccionario, curiosamente, equivale a nombramiento, y es la que parece predominar para acceder al parlamento de La Habana.

Una de las más singulares innovaciones del modo de votar en Cuba se le ocurrió, para desmayo de muchos enterados, al propio Fidel Castro tras algunas reformas supuestamente liberales realizadas hace algunos años a la ley electoral. Sin previo aviso llamó al "voto unido" o "voto por la Patria", que según él es más justo y facilita la decisión del votante al permitirle seleccionar de una sola vez a todos los candidatos incluidos en la boleta, en aquellos casos en que una región elige (¿) más de un diputado. Desde entonces, a todos los cubanos se les solicita, además, ejercer esa modalidad "estratégica" de voto.

En la Isla no existe tampoco la posibilidad de que personas no elegidas controlen los mecanismos esenciales del poder, como dice la prensa norteamericana que sucede en Teherán. Todos los que son necesarios para ejercer el control de la sociedad disponen de su seguro escaño. Los hermanos Castro lo obtienen regularmente en Santiago de Cuba, acompañados en este caso de su ministro del Interior. Los jefes de los tres ejércitos en alguna de las provincias bajo su mando. El Fiscal General de la República en Pinar del Río. El jefe de los servicios de seguridad en Holguín... y así sucesivamente.

A diferencia del país de ayatolás liberales, no hay veleidades reformistas que puedan apreciarse a primera vista, ni peticiones parlamentarias atendidas por la presidencia, ni opositores que expresen opiniones en páginas web. Al depositar su voto en un distrito de Santiago de Cuba, Fidel Castro hizo una extraña declaración: "Llegué, vi y voté", dijo, en un indescifrable remedo de Julio César. Quizás fue de pura admiración por el emperador romano, aunque éste no conquistó Persia, sino las Galias.

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