www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de mayo de 2003

 
  Parte 1/3
 
La Habana: Pitágoras, inspirador del semáforo sin luces
La agilidad y la eficacia brillan por su ausencia en la Biblioteca Nacional José Martí.
por JOSé H. FERNáNDEZ
 

Si el inventor del semáforo no está considerado hoy un salvador de almas tan grande como el Papa, no será culpa suya, sino de la gente, que cada vez pone mayor empeño en no dejarse ayudar. Pero, ciertamente, el semáforo es una creación muy noble. Y única por más de una razón.

Biblioteca Nacional
Biblioteca Nacional José Martí.

Visto desde el ángulo de un empresario, no existe otro artefacto que genere menor costo de producción y más altos índices de rentabilidad, dado el inmenso número de esquinas con que cuentan las calles del mundo. Visto desde la piedad de un religioso, no hay mecanismo más sencillo para convocar a la conciliación, la tolerancia, el respeto al derecho ajeno y la humildad entre todos los que llevan el timón. Desde el prisma de los publicitarios, es un sistema de códigos subliminales que funciona lo mismo para el asesino, el buscador de oro o el ecologista. Para el crítico de arte representa lo consubstancial, el complemento mágico entre emisor y destino. Y para los políticos, el más aplastante motivo de envidia, toda vez que no hay nada tan eficaz como un semáforo para imponer la obediencia y el control general, sin gastar una sola promesa ni un discurso.

Claro que los políticos no se resignan. A ellos no les gusta perder ni a las escupidas. Ahora mismo hay uno en La Habana que se ha propuesto demostrar que el semáforo es un aparato imperfecto, en cuyo funcionamiento falta el uso de colores básicos como el azul, y sobran contemplaciones, como la de medir con perfil ancho la igualdad, desconociendo la importancia de las categorías sociales a la hora de establecer quién pasa y quién debe detenerse.

Resuelto a subsanar tales insuficiencias, nuestro político se jugó su talento en el diseño de un sistema propio para el control del tráfico, el cual, hasta hoy, funciona solamente en la Biblioteca Nacional José Martí, pero ya vistos los resultados iniciales, es de esperar que se extienda a otros espacios en los que al libro y a la cultura cubana en su conjunto aún le quepan nuevas regulaciones y un mejor organizado equilibrio de las jerarquías.

Lo primero para nuestro político fue rectificar la discriminación con el azul. Lo segundo, imponer el justo discurrir de las cosas, por los justos cauces.

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