www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de mayo de 2003

 
  Parte 1/4
 
Los Ángeles: Mi amigo me absolverá
Amistad, delación y cárcel en la Cuba de los setenta: La historia en la crónica de su protagonista.
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS
 

Hace 30 años yo estaba en la misma situación en que se encuentran los periodistas independientes en estos momentos: Fui, en el Cienfuegos de 1973, una especie de reportero independiente. Si el Gobierno decidía cambiarle el nombre a la avenida Carlos III, yo protestaba, mediante la escritura de un poema, copiado luego al carbón —en la época pre-Internet— y
Néstor Díaz de Villegas
Néstor Díaz de Villegas (Pedro Portal).
repartido entre mis compañeros de clase. Algunas copias llegaban a La Habana, dirigidas a los amigos de la secundaria y de San Alejandro. Cargaba los poemas en mi carpeta, para que nadie pudiera tener acceso a ese archivo de atrocidades.

Había llegado al preuniversitario Jorge Luis Estrada, de Cienfuegos, un año antes, huyendo de La Habana. En la capital, mientras era alumno de la Academia de San Alejandro, dirigida entonces con mano de hierro por Ahmed Safille, me busqué problemas y fui expulsado en el año 72, junto con otros cuatro "inadaptados" y "desviados". En la secundaria José Antonio Echeverría, de la Manzana de Gómez, a donde fui a parar luego de la expulsión, me sorprendieron leyendo Fuera del Juego y fui conducido a la dirección. Me advirtieron que arriesgaba también la expulsión de aquel plantel, donde me habían acogido en la desgracia, si persistía en mis lecturas. Me pidieron que no usara más el crucifijo que llevaba al cuello.

Unos semanas más tarde los mismos directores de la J. A. Echeverría convocaron a una reunión de hijos de miembros del Partido. Me presenté de nuevo en la dirección, cargando otra vez mi ejemplar de Fuera del Juego bajo el brazo (mi padre era entonces el delegado de Educación en un pueblo de provincia, y hacía poco el Partido le había encargado buscarle albergue a una pareja de "castigados" que venían de La Habana. Los castigados eran Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla. Muchos años más tarde hablé con Heberto, en Miami, sobre ese cruce en nuestros destinos). Cuando el director de la secundaria me vio entrar en su oficina me preguntó contrariado: "Y tú, ¿qué haces aquí?". Le expliqué que mi padre era miembro del Partido y que, desgraciadamente, la reunión me concernía. Me dejaron pasar. Adentro encontré a varios oficiales de la Seguridad de Estado que habían venido a reclutarnos. Necesitaban cuadros dentro del estudiantado, dijeron. Pedí permiso y salí, luego de explicarles que yo no estaba interesado en nada de eso. Tenía 16 años y ya cargaba con el estigma de contrarrevolucionario.

Decidí dejar La Habana por un tiempo. Mis amigos me aconsejaron que me fuera. Mi padre pensaba que estaba quemado y que estaría mejor a su amparo en Las Villas. Mi abuela ya no podía soportar más mis noches de arresto en La Habana, cuando salía de una fiesta y terminaba en la estación de Zanja, llamándola y colgándole, para engañar al policía, y evitarle que fuera a sacarme de madrugada. Así que llegué al preuniversitario de Cienfuegos con expediente de hippie, contrarrevolucionario, católico, diversionista y desafecto, entre otras cosas. Se lo vi en las caras al director, Rolando Cuartero, y al profesor de Historia y jefe del Partido, Armando Pérez, el día que fui a matricularme al Pre: allí no era bienvenido.

1. Inicio
2. De todas maneras...
3. Cuando, sudando...
4. Primero habló...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Nueva York: Fe de erratas
ALEXIS ROMAY
La Habana: Los buenos de la película
JOSé H. FERNáNDEZ
La Habana: Tocando fondo
IRIA GONZáLEZ-RODILES
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir