www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
   
 
La Habana: ¿Quién acusa a quién?
¿Bailando en casa del trompo? El régimen ha solicitado a la ONU una sanción contra Reporteros sin Fronteras.
por IRIA GONZáLEZ-RODILES
 

A nadie extrañaría que la ONU sancione a Reporteros sin Fronteras (RSF), según la solicitud del Gobierno cubano. Ya dio muestras de sus contradicciones durante la pasada sesión sobre Derechos Humanos.

Reporteros sin fronteras
Robert Ménard, director de RSF, durante una protesta en la oficina cubana de turismo en París.

Por un lado, se limitó a designar un observador especial para verificar el cumplimiento de los derechos humanos en Cuba —donde no le dan entrada—, a pesar de las evidentes faltas del régimen de la Isla, acrecentadas con escandalosas condenas y fusilamientos, durante los mismos días de las sesiones ginebrinas. Por el otro, eligió a la representación oficial cubana como miembro de la Comisión para los Derechos Humanos.

Ambos acuerdos equivalen, primero, a lanzar una desganada sonrisa al pueblo cubano; después, a darle la espalda.

La historia que originó la acusación de La Habana contra RSF es más larga, pero, en esencia, esta entidad —junto a cubanos exiliados y extranjeros demócratas y progresistas— intentó entregar un mensaje de protesta en la oficina de turismo y en la propia Embajada de Cuba en Francia, ante la andanada represiva del régimen contra los periodistas independientes.

No les escucharon. Fueron rechazados con violencia por los funcionarios y diplomáticos del Gobierno de La Habana. Pero la mayor expresión de agresividad e intolerancia de estos representantes gubernamentales tuvo lugar cuando propinaron una golpiza a quienes protestaban encadenándose a las rejas de la sede diplomática cubana en París. De no ser porque los manifestantes lograron desencadenarse con sus llaves, en medio de los golpes que recibían, quién sabe cuál habría sido el desenlace.

El hecho constituye una demostración magistral, de cara al mundo, del funcionamiento fascista de las "Brigadas de Respuesta Rápida" y de los mítines de repudio que se realizan en la Isla contra los disidentes. Ello indica, además, que el territorio cubano les resulta insuficiente para desatar su ira. Como se sabe, en Cuba sólo se efectúan actos y desfiles masivos oficiales, controlados y dirigidos por el régimen.

Según los acontecimientos, los miembros de RSF y las demás personas agredidas debían demandar ante la ONU a los representantes de La Habana en Francia, por agresión física.

En Cuba, poco o nada puede hacer la incipiente sociedad civil, debido a la ausencia de un Estado de derecho y el imperio de un sistema totalitario. La indefensión en que se encuentra la disidencia le obliga a recurrir a la ayuda internacional, aun cuando preferiría solucionar los problemas en el marco interno del país, como ha intentado con el Proyecto Varela.

Amnistía Internacional, Freedom House, la Sociedad Interamericana de Prensa, el Comité de Protección de Periodistas, la Organización Iberoamericana de Periodistas, entre otras instituciones mundiales, así como los entrañables colegas de Reporteros sin Fronteras, han ayudado, al menos, a que no suceda lo peor dentro de lo pésimo. A que se escuche a los cubanos en las sociedades democráticas del exterior, con el respeto que merece todo ser humano, cualquiera que sea su forma de pensar.

Suprimir la gestión de alguna de estas organizaciones internacionales —como se pretende en el caso de RSF— equivale, para la disidencia interna, a quitarle las llaves, dejarla encadenada y propinarle una fuerte golpiza. Bien lo sabe el mundo democrático y la ONU.

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