www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/3
 
Cadáveres vivientes
Como si una octogenaria pintarrajeada nos guiñara el ojo en una calle desierta… Una mirada a los regímenes de Fidel Castro y Hugo Chávez.
por ANTONIO SáNCHEZ GARCíA, Caracas
 

2

Han pasado treinta y cinco años desde entonces. El muro ya no existe, destruido ni siquiera por la acción diluyente del capitalismo salvaje, sino por la insólita incapacidad gerencial de un modelo de gestión elefantiásico, absurdo, siniestro y estúpido. La Unión Soviética, el líder tras la Cortina de Hierro, se desplomó como una pesada e inútil estantería carcomida por el comején. Todos los países de la Europa Oriental sometidos a la órbita soviética se sacudieron las dictaduras bolcheviques de sus espaldas enrumbándose hacia el desarrollo pleno del capitalismo, la democracia y la futura integración a la Comunidad Europea. El Pacto de Varsovia ya es un olvidado fantasma del pasado. China ha tomado la senda del más feroz de los desarrollos, y constituye hoy uno de los mercados más florecientes para la iniciativa privada y el libre comercio.

Y como si se tratara de un filme de ciencia ficción, cuando ya creía enterrados y olvidados los hornos, las metáforas martianas, las dictaduras de los aparatchiks filosoviéticos y las utopías de pacotilla, me encuentro en un periódico caraqueño con el Sr. Fernando Solanas promoviendo una vez más la hora de los hornos entre los últimos espectadores de la última cola de la perdida ilusión del Tercer Mundo, aquí en Caracas, treinta y cinco años después, bajo el zarrapastroso régimen de un teniente coronel golpista. Como perdido en un túnel del tiempo, encuentro junto a Solanas a la Sra. Gladis Marín y al Sr. José Cademártori, viejos, viejísimos funcionarios del Partido Comunista Chileno —ayer pro-soviético, hoy pro ¿qué?—, última expresión de la más minúscula minoría política post pinochetista chilena. Y así, desfila por esta suerte de pasarela de los milagros del Teatro Teresa Carreño, en celebración de una masacre inmunda ordenada hoy hace exactamente un año desde el poder por Chávez, a una serie de momias políticas y culturosas de la izquierda mundial que ya eran retardatarias, menesterosas y conservadoras hace cuarenta años. ¿Cuán retardatarias, conservadoras y menesterosas serán hoy?

Es el milagro de este oscuro túnel del tiempo reciclado en Venezuela por la magia de un heredero de la dictadura gomecista y un llanero megalómano y desquiciado. Ellos, Chávez, José Vicente Rangel, García Ponce, Daniel Ortega y Gladis Marín, por no mencionar a Galeano, a Benedetti, a la Bonafini, a Solanas y a Ramonet, me recuerdan la impresión que me causaban de niño los últimos ciclistas que pedaleaban por el velódromo circular del Estadio Nacional, de Santiago, a cientos de metros detrás de los punteros. Se rezagaban tanto, que al pasar por delante de la tribuna parecían ir ganando por cientos de cuerpos a los auténticos punteros que les precedían. Es la ilusión óptica del pasado. El autoengaño de los perdedores y fracasados. ¿Relativismo einsteiniano? Puede ser. Milagros del extraviado túnel del tiempo.

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