www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
La Habana: Nostalgia y otras tribulaciones
Cuando el economista independiente Arnaldo Ramos Lauzurique salga de la cárcel, su única nieta estará a punto de cumplir los 21 años.
por TANIA QUINTERO
 

Sí, es cierto, ha recibido alguna ayuda extra. Pero, así y todo, no alcanza, porque a los presos, sean políticos o comunes, hay que llevarles infinidad de cosas. Una lista inicial contempla ropa interior, sábanas, toallas, mosquitero, cubo, frazada para limpiar el piso, detergente, spray contra mosquitos y otros insectos, jarros, platos y cucharas plásticas, medicinas, útiles de aseo (jabón, desodorante, pasta de dientes, papel sanitario…) y un stock mínimo de alimentos no perecederos, suficientes para tres meses sin visita familiar, pues los presos de la oleada represiva de marzo de 2003 están catalogados de máximo rigor.

La doctora Lima, y las esposas, madres, hijos y demás familiares de los 75 últimos presos políticos, donde más dificultades encuentran es en la búsqueda de alimentos que no se deterioren y que los supervisores carcelarios les dejen pasar. Se les exige que no pueden llevar nada en envases de cristal o metal. Todo tiene que ir en plástico y lo mejor resguardado posible, por las cucarachas y roedores que abundan en las cárceles cubanas.

En la Isla corresponde a los familiares la manutención de la estancia del recluso, no importa si ha sido condenado a un año o a cadena perpetua. Es un castigo adicional para la familia del preso.

Por consejo de Elsa Morejón, esposa del también preso político Oscar Elías Biscet, Lidia le llevó a Arnaldo salchichas en un pote plástico de boca ancha, lleno de aceite vegetal. Y en una botella de aceite echó dientes de ajo. Para la próxima visita, está pensando llevar carne de puerco frita dentro de su propia manteca, "como hacen en el campo, lo único que los guajiros la conservan en latas o cazuelas y no sé si el plástico resista mucho", comenta con preocupación.

Ya se cumplieron varios meses del arresto y la doctora Lima no ha logrado sobreponerse del shock del operativo policial en la noche de la detención, ni del juicio, apresuradamente celebrado el 3 de abril, "sin tiempo siquiera para que pudiera nombrar un representante legal". Todavía confiesa sentirse extenuada después de recorrer en tres días 1600 kilómetros, distancia de ida y vuelta entre La Habana y Holguín.

Y sin sacudirse el polvo del camino ni reponerse del cansancio, de nuevo a los preparativos. A buscar y acopiar un sinnúmero de artículos en un país donde a veces ni con dólares se encuentra lo que uno necesita. Queda, sin embargo, la fortaleza interior. "Y el ánimo que Arnaldo me transmitió en la hora y media de la visita", confiesa Lidia.

Y no lo dice, pero la carta y la postal recién remitidas desde el kilómetro 777 de la Carretera Central, donde se encuentra la Prisión Provincial de Holguín, con sus frases de aliento y esperanza, la han reanimado. Aunque sabe que dentro llegó también la nostalgia del abuelo por no poder ver y abrazar a su única nieta.

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