www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 3/3
 
Caracas: Chávez, ¿el clon de Castro?
por BENIGNO NIETO
 

En Caracas existe una tensión de espanto, sólo aliviada por el humor criollo. En el país, la violencia ha cobrado ya 5000 muertos en los primeros cinco meses. Se calcula que pasarán de 12.000 este año. "Es, dice un taxista, jugar una lotería a diario con la muerte. Te asaltan y te pegan cuatro  tiros para robarte el carro". La violencia pareciera exacerbada por el desempleo, el hambre y las diatribas incendiaras de Chávez. En los barrios del este, la clase media ha cerrado calles y comprado armas para defenderse de hampones y chavistas.

"Chávez destruye la riqueza y distribuye pobreza", afirma el economista de la IESA, Gustavo García, luego de una investigación sobre la pobreza en Venezuela, donde participaron 25 especialistas. Después de cuatro años y medio de gobierno, Chávez ha aumentado el índice de pobreza hasta el 72 por ciento. En parte, por políticas económicas suicidas y su hostilidad contra industriales y empresarios, a quienes considera sus enemigos. A Chávez le importa un comino que el comercio esté en ruinas, que el 75 por ciento de la Industria de Maracay haya cerrado por la crisis y el control de cambios. Chávez alienta las invasiones de fincas. Hasta los agricultores han sido afectados, mientras el Gobierno está importando granos, vegetales y pollos de Brasil.

El clon de Castro

La ilusión de Chávez sería suplantar a Castro, llevar su revolución a "ese mar de felicidad" cubano. Sueña con ser un héroe mundial, construir un bloque antiimperialista, librar batallas, hacer discursos históricos. Una misión anacrónica. Porque Venezuela no es Cuba, sino un país rico y estratégico, con inmensas reservas de petróleo, y el escenario nacional está en su contra.

Al contrario de Castro, el coronel Chávez asumió el poder no por las armas, sino por los votos, en una sociedad regida por una cultura democrática. Los partidos fracasaron, pero el país y sus instituciones funcionaban. Chávez ha intentado forzar "su revolución" sin éxito. Ahora lo intenta mediante un paquete de leyes totalitarias: la Ley "Mordaza", la Antiterrorista, la Ley CSJ, etcétera. Su propósito es imponer la censura, inmovilizar y someter a todos los ciudadanos por el miedo. Pero le será difícil imponerlas sin transgredir tratados ni enajenar la comunidad internacional. Es difícil imponerlas a un pueblo habituado a la libertad.

Por último, los tiempos han cambiando. La URSS ya no existe, ni tampoco la mística comunista de los años dorados de la revolución cubana (las décadas del sesenta y setenta). El escenario internacional está en su contra. Hasta al propio Castro le cuesta sobrevivir en esta postmodernidad harta de dictadores. La UE acaba de darle una bofetada diplomática.

Sin las Fuerzas Armadas, Chávez no duraría dos días. Su base política es reducida, está conformada por los residuos de la izquierda derrotada, que en sus mejores tiempos no sobrepasó del 15 por ciento en Venezuela. El resto son una camarilla de revanchistas: inadaptados, resentidos sociales y oportunistas ansiosos de puestos burocráticos, para trepar y robar.

En el restaurante, el viejo politólogo que estaba dispuesto a morir en Caracas, sonríe sabiamente: "Con esa gente no se puede hacer una revolución. Si Hugo Chávez intenta un comunismo, los militares se le reviran".

"¿Y si la oposición se divide, y Chávez gana las elecciones, o si da un golpe?", le pregunto, cuando ya salíamos a la calle. El politólogo suelta una carcajada. "¡Entonces, apaga y vámonos!", exclama tostado por el sol, sonriendo invencible y juvenil.

"¿Te irías entonces?"

“No sé. Tendría que comprarme unas gafas oscuras, para reunirme con los 100.000 compatriotas que ya emigraron a Miami. Aunque ahora también estamos emigrando  a Italia y España. ¡Qué vaina nos echó Chávez! Venezuela, adonde todos querían venir, convertida en un país de emigrantes".

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