www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
   
 
Washington: Fiesta doble del corazón
Cuando se cumplen tres años del regreso de Elián, La Habana da vertiginosa solución al caso de Cornelia Streeter y sus hijos secuestrados.
por ALCIBíADES HIDALGO
 

Cuba actuó con justeza y prontitud. Cornelia Streeter, una madre estadounidense, pudo abrazar nuevamente a Henry y Victoria y tres días después de haber enviado su desesperado mensaje regresar a su hogar con sus hijos, que habían sido secuestrados por el padre. Por azares de la vida, todo coincide con otro día feliz para una familia, cuando hace exactamente tres años un niño cubano, Elián González, regresó a sus padres y abuelos.

E. González
El otrora balserito Elián González, convertido en instrumento político del castrismo.

El título dulzón y el párrafo anterior los copié de un periódico habanero que narró así, en su primera página, el desenlace del último episodio que conmovió la Isla en la que casi todo sucede por episodios. Espero que no se considere plagio, se sabe que el único periodista original fue el primero.

El crédito correspondería más bien a Félix B. Caignet, un periodista que inició su carrera profesional con reportajes de los tribunales de Santiago de Cuba y publicando cartas de amor, y luego se hizo famoso en medio mundo como el creador de la novela radial por episodios y con narrador, uno de los más singulares aportes cubanos a la cultura universal. Desde 1948, cuando Caignet comenzó a radiar en La Habana los 314 capítulos de El derecho de nacer, el tema de azarosos desencuentros entre padres e hijos se instaló parece que para siempre en las preferencias de las más disímiles audiencias. Las tramas de paternidades (y maternidades) falsas u ocultas, de hijos robados, desconocidos, extraviados, adorados, rechazados o en cualquier otra circunstancia se repitieron interminables en las radionovelas y saltaron por derecho propio a los actuales culebrones televisivos. Siempre cautiva. En Cuba el asunto es de tales proporciones que el escritor camagüeyano Reinaldo González le dedicó todo un ensayo a las "novelas jaboneras" bajo el sugestivo título Llorar es un placer.

El reclamo de Cornelia Streeter se resolvió en apenas dos capítulos, publicados bajo un formato llamado en Cuba "Nota oficial". La primera de ellas, divulgada al unísono en todos los medios de comunicación, daba cuenta detallada de una larga disputa por la custodia de los niños, que habían sido retenidos ilegalmente por su padre, Anwar Wissa, un norteamericano de origen egipcio, y llevados finalmente por éste a La Habana. La segunda y última entrega informaba dos días después del rápido fin del conflicto. Cuando se publicó los niños ya habían regresado a Boston con su madre y el padre aguardaba en la cárcel por el juicio correspondiente ante los tribunales cubanos, acusado además del "grave y ultrajante hecho de utilizar el territorio de Cuba como parte de sus acciones". "Se procederá a una breve, pero intensa búsqueda de datos y comprobaciones, a fin de conocer con toda precisión los hechos que se alegan", aseguró el primer comunicado. Debe haber sido realmente formidable la intensidad de la pesquisa si estuvo a la par de su brevedad.

Lo menos que puede decirse de Anwar Wissa es que, además de andar en malos pasos con la justicia de Estados Unidos, es un hombre poco informado. No debe haber imaginado que su viaje a La Habana convertiría el drama humano en episodio político, propicio para un relampagueante final en fecha oportuna. El protagonista involuntario del nuevo gesto "de gratitud y respeto al pueblo norteamericano", aunque paseaba en yate por las aguas del Caribe no debe poseer la fortuna que le permitió al también fugitivo Robert Vesco encontrar refugio en la Isla por muchos años, hasta que también se convirtió en caso ejemplarizante.

El tono minucioso de ambas notas oficiales, la inveterada costumbre de hacer constar la hora exacta en que se redactan los documentos, la técnica de presentación, desarrollo y desenlace del asunto en breves plumazos y, sobre todo, el final anunciado desde la primera línea y coincidente con el aniversario del regreso del niño Elián, no dejan lugar a dudas de la intención política y capacidad de decisión sobre los destinos de la Isla del guionista no identificado. El curioso estilo de este Robin Hood de las madres es sospechosamente parecido al de la mano que vitupera a la Unión Europea o anuncia, cada vez que lo necesita, la inminente invasión norteamericana.

La manipulación de vidas y haciendas ha sido una triste realidad de la Cuba de Fidel Castro. Es muy probable que entregar los niños a la madre haya sido lo más correcto. Lástima que las decisiones de la corte de Massachussets no se apliquen a conflictos semejantes de muchas familias cubanas, divididas en virtud de otros libretos del mismo guionista. El que ahora creó la justicia instantánea.

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