www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 1/2
 
Munich: De viaje en viaje
Salir de afuera y viajar adentro: Observaciones de una turista alemana a su paso por la capital de la Isla.
por CHRISTINE GROTHE
 

"Uno siempre debería viajar, y no sólo a Armenia o Tayikistán", escribió Ossip Mandelstam en una carta acerca de su obra en prosa Viaje a Armenia, que al ser publicada en 1933 causó escándalo por no cumplir con las reglas establecidas para textos literarios en la URSS. Por ser todo menos un elogio o una glorificación del socialismo y sus logros.

La Bodeguita del medio
Salir de afuera y viajar adentro: Una Bodeguita sólo para extranjeros.

Seguir la frase de Mandelstam es, por lo general, algo relativamente fácil en los países desarrollados de Occidente. Cualquiera puede viajar libremente cuando y adonde le plazca, siempre que su situación económica se lo permita. Es recomendable, claro, evitar zonas en guerra y elegir un país de situación política estable. Pudiera haber sido el criterio (y no sólo el clima agradable, las playas maravillosas, el mar infinito, los edificios históricos, la alegría y la hospitalidad de los cubanos) que decidió a una joven alemana —llamémosle K— a irse a Cuba.

Dicho y hecho. Tras conseguir vuelo, en un dos por tres K se encuentra en La Habana. Nada más llegar quiere explorar el terreno, descubrir la ciudad a su manera. El viejo que vive al lado, padre del señor que le alquila el apartamento, viene en su ayuda. La acompaña en un primer paseo por el barrio para que se oriente un poco y, por si luego le falla el sentido de la orientación, la lleva a donde venden mapas. Entre los diferentes tipos que ofrecen, el anciano le aconseja uno en el que aparece sólo su barriada, a gran escala y con toda clase de detalles ("mira, aquí tienes San Juan de Dios y, paralela, dos cuadras más allá, Obispo; con este plano no te puedes perder, es el mejor"). Es el consejo de este vecino simpático —típico anciano cubano según la imagen transmitida por las películas y documentales que últimamente pasan con profusión las pantallas alemanas—, que a ella, sin embargo, no le convence. Prefiere una visión más global, si no de la Isla entera, al menos de toda La Habana, no sólo de la Habana Vieja.

El viejo cuenta que años atrás se iba a pescar a un lugar no muy lejos de la ciudad. Pero hace mucho que no lo hace: se ha vuelto muy difícil lo del transporte. Aunque no es un gran problema llegar —eso sí, hay que salir bien temprano y tener paciencia para alcanzar sitio en una de las pocas guaguas disponibles—, volver es casi imposible: los camellos están atiborrados "y tomar un taxi ni hablar". Siempre se corre el riesgo de no encontrar con qué ni cuándo ni cómo regresar a casa. Dice todo esto un poco resignado, no resentido ni desesperado. Acepta. Cuenta su esposa que hace veinte años no salen de La Habana. Tienen familiares en Santa Clara, pero carecen de dinero para viajar a provincias.

También hablan —y se les clarea un poco el rostro— de otros turistas que vivieron en el apartamento contiguo: un francés que vino a aprender español, unos ingleses e incluso una pareja de Australia ("tan lejos ese país que, según ellos contaron, debe de ser muy lindo", agrega ella). Se trata de otra isla, condición que la anciana no menciona. Quizá el matrimonio se conforme con habitar un espacio limitado. Tal vez ni siquiera sienta el deseo de visitar esos lugares a los que viaja a su manera imaginaria, con cada relato de sus vecinos temporales.

El radio de acción de un joven cubano al que K conoce más adelante, no parece mucho más amplio que el de la vieja pareja. También para él es un auténtico viaje ver de vez en vez a sus familiares en otro barrio de La Habana. Casi no vale la pena ir sólo por un día —hablamos de una distancia de alrededor de 10 kilómetros, trayecto que muchos alemanes tienen que hacer diariamente en su ida y vuelta del trabajo—. Muy de vez en cuando, este hombre también visita a otros familiares que viven más lejos, en otra ciudad, pero con esto ya finalizan sus aventuras —las reales: las ficticias van mucho más allá.

1. Inicio
2. Como lector aficionado...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Washington: ¿La revolución permanente?
ALBERTO F. ÁLVAREZ GARCíA
Washington: Linda Barinas, dulce Sabaneta
ALCIBíADES HIDALGO
Santiago de Chile: Cuba como vicio
CARLOS D. DíAZ MONTERO
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir