www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
   
 
Washington: ¿Alguien sabe algo de Gutiérrez Menoyo?
por ALCIBíADES HIDALGO
 

Los sucesos de Cuba la pasada semana fueron muy parecidos a los de cualquier otra semana reciente: guardacostas norteamericanos devuelven varias decenas de cubanos capturados en alta mar; Fidel Castro habla interminablemente en alguna conferencia internacional u otro podio a su alcance; agricultores millonarios de los estados sureños venden y cobran al contado alimentos y cualquier mercancía autorizada por el congreso norteamericano; mi condiscípulo el poeta Raúl Rivero consume su valiosa vida en una lejana celda... y así sucesivamente. Un bostezo tropical domina el fin del verano.

F. Castro y G. Menoyo
Gutiérrez Menoyo, Castro.

Para intentar quebrar el aburrimiento, llamé a La Habana, a otro amigo generalmente bien informado, y le pregunté si oyó decir algo sobre lo que debe estar haciendo Eloy Gutiérrez Menoyo. Pobre idea. ¿ Meno... qué?, respondía a gritos a las preguntas sobre el neopositor mi supuesta fuente de información, mientras insistía en comentar, en cambio, el tremendo juego que, al fin, José Ariel Contreras pitcheó frente a los Orioles en el Yankee Stadium, del cual se habla en toda la Isla.

No me gustó la flagrante ignorancia. Me recordó la anécdota que el entonces canciller Roberto Robaina repitió ante múltiples audiencias a su regreso de Nueva York, después de entrevistarse por primera vez en la misión cubana ante la ONU con Gutiérrez Menoyo, a comienzo de los años noventa. Según Robertico, lo primero que él le dijo a Menoyo es que en Cuba nadie lo conocía, que más de la mitad de los cubanos de hoy había nacido después de los sucesos que alguna vez le dieron cierta notoriedad, y que, en consecuencia, para convertirse en un interlocutor válido, tendría que agradecer al gobierno cubano que explicara quién era, o alguna vez había sido, Eloy Gutiérrez Menoyo.

No hay que dar por buena la versión de Robertico, pero él la contaba por toda La Habana como si fuera cierta y como quien ha cumplido un encargo superior en la operación de descrédito. En realidad, los hermanos Castro nunca han tenido mucho respeto por el rival que ahora autorizaron a permanecer en Cuba y violar las leyes impuestas al resto de los cubanos del exilio. Raúl Castro repetía siempre el mismo comentario cuando alguien mencionaba a Menoyo en su presencia: "A ese fue más difícil callarlo que hacerlo hablar cuando lo capturamos en Baracoa".

El recuerdo del menor de los Castro sobre el lejano episodio de 1964 —cuando Menoyo fracasó en un intento de oposición armada en las lejanas montañas del oriente de la Isla y pagó por ello 22 años de prisión— es el mismo de los cubanos que aún guardan en su memoria el largo mea culpa de Menoyo ante las cámaras de la televisión nacional, que entonces le salvó la vida. La prensa cubana jamás ha mencionado las nuevas opciones políticas del ex prisionero, ni su encuentro con Fidel Castro, ni su reaparición en La Habana.

Mucho se ha dicho ya sobre quién es el único beneficiario posible de esta extraña voltereta que fue breve noticia por algunos días. Varios de los comentarios han tenido hasta la elegancia de desearle suerte en el nuevo empeño. Lo cierto es que poco se sabe de Menoyo desde que anunció que permanecería en Cuba para enfrentar, esta vez pacíficamente, a Fidel Castro. Quizás experimente las mismas angustias burocráticas de otros empresarios españoles para lograr la apertura de una representación en la Isla. Puede incluso que esté en estudio su incorporación a un selecto grupo de ex guerrilleros que disponen de oficina, automóvil, secretaria y vacaciones con gastos pagados —cualquier cosa menos mando efectivo sobre alguna tropa— en las mismas oficinas del ministro Raúl Castro. El grupo es conocido, en voz baja, como "Plan Paraíso".

Es poco probable, porque para ello habría que haber convencido al Castro que administra ese paraíso militar, pero las paradojas cubanas permiten imaginar este cambio cubano y a Menoyo, de completo uniforme y flamantes grados de coronel (que los ascensos a general toman su tiempo), recibiendo en nombre de la jefatura a un ahora compungido Robaina. Buena oportunidad para devolverle el bocadillo de Nueva York: "Mira, Robertico, la verdad es que la mitad de los cubanos no se acuerda de cuando eras su simpático canciller, y la otra mitad no queremos ni acordarnos".

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