www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Barcelona: Dos damiselas
Exilio, destierros, entierros: reminiscencias de La Giraldilla, el equivalente habanero de La Dama del Paraguas de la Ciudad Condal.
por MANUEL PEREIRA
 

Otro de los emblemas que solidariza secretamente a Barcelona con La Habana es La Dama del Paraguas que corona una fuente en el Parque de la Ciudadela. Realizada por Roig i Soler en 1884, la escultura representa a una joven con su falda de miriñaque, elegantemente ataviada con un vestido largo y ajustado al talle, a la moda victoriana.

La Giraldilla

Ella extiende una mano para sentir las primeras gotas de lluvia mientras con la otra sostiene en alto el paraguas cuyo mango es la boquilla de la fuente. Aunque últimamente ha caído en el olvido, esta escultura ya era el símbolo de la Ciudad Condal antes de que se impusiera el templo de la Sagrada Familia, de Gaudí.

¿Y cuál sería el equivalente habanero de esta damita pluvial? La Giraldilla que está en la torre del vigía del Castillo de la Fuerza, frente al canal de la bahía. Sólo que en vez de un paraguas, nuestra Giraldilla empuña la Cruz de Calatrava. La dama habanera no viste falda almohadillada, pero con la otra mano se recoge la falda dejando un muslo al desnudo en un gesto de increíble coquetería para la época.

Siempre me ha llamado la atención el afán meteorológico que comparten ambas damiselas: mientras una indica la dirección de los vientos allá en La Habana, esta de aquí parece preocupada por la pluviometría. Sin embargo, a juzgar por sus ademanes, las dos difieren notablemente.

La Giraldilla nos transmite sentimientos encontrados de soberbia y resignación. Esa altivez se ve en su cabeza erguida, con la nariz apuntando al cielo, mientras que La Dama del Paraguas, en vez de erguir la cabeza, la ladea, un poco cariacontecida, como contrariada porque la lluvia ha interrumpido su paseo por el parque.

La Dama barcelonesa es una muchacha inmersa en la atmósfera galante de la Belle Époque, deliciosa como una porcelana de Sèvres. La Giraldilla, dada su mayor antigüedad, muestra en su factura y en su drapeado un aire ligeramente arcaizante. Y más bien parece abrumada por preocupaciones mayores, tal vez por los vientos huracanados de la historia que ya desde el siglo XVI soplaban sobre La Habana y la isla entera. Supongo que el escultor habanero Gerónimo Martín Pinzón quiso imprimirle a La Giraldilla ese aspecto de abnegación inspirándose en la fidelidad de Doña Isabel de Bobadilla, que fue su modelo.

Esta es una mitología habanera que siempre me ha obsesionado. El conquistador Juan Ponce de León, en su búsqueda de la Fuente de la Juventud, descubre la Florida en 1513. Herido de flecha por los indios, regresa a La Habana, donde muere. Veintiséis años después otro conquistador vuelve a explorar la Florida, también buscando la Fuente de la Juventud. Es Hernando de Soto, Capitán General de Cuba, quien fallece en la Península a causa de unas fiebres. Sus hombres lo enterraron en el lecho del río Mississippi para que los indios no pudieran profanarlo.

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