www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
   
 
La Habana: Esos no son habanos
Candil de la calle y oscuridad de la casa: en el país que posee el mejor tabaco del mundo sus pobladores fuman lo peor.
por IRIA GONZáLEZ-RODILES
 

Cual si fuera una gran noticia, algunos medios internacionales afirman que casi "siete millones de puros falsos de Cuba circulan por el mundo". Impactante lead, pero inexacto.

Puros
Habanos para el mundo, 'Tupamaru' para Cuba.

Ningún puro, ningún habano es falso cuando se elabora con tabaco de calidad, "extraído" de la tabaquería o de las vegas dedicadas a la exportación, como sucede de forma predominante en la fuga de puros cubanos, según afirman fuentes conocedoras.

Esos puros sólo podrían calificarse de "ilegales", pues no los comercializa ni responde por su garantía la casa matriz o propietaria: la empresa mixta Habanos S.A., asociación que integran varias compañías cubanas y una firma hispano-francesa.

Aunque nos resulta imposible precisar —también es difícil para las autoridades— cuántos de esos siete millones de puros cumplen los parámetros correspondientes a cada marca y cuántos no, sospecho que la mayoría —sino la totalidad— posee el peculiar e inconfundible sello cualitativo del tabaco cubano. De lo contrario, ¿cómo circularían con éxito entre los fumadores cerca de siete millones de puros cubanos por el mundo, según afirman fuentes oficiales?

A fin de cuentas, lo que se percibe a primera vista sobre el tapete del mundillo comercial es un duelo entre buscavidas y empresarios, entre el mercado negro y el legalizado: un encontronazo "más viejo que andar a pie", y que, cual rémora, se halla adherido más que nunca a la vida del cubano desde hace casi medio siglo.

Muy común, parte intrínseca del quehacer cotidiano, casi natural para la sobrevivencia o para alcanzar una mejoría dentro de la pésima calidad de vida que agobia a los pobladores de la Isla, cohabita entre los cubanos el comercio o negocio sucio... sin excluir el tabaco.

Ni en su sentido recto —el devenir de la planta solanácea hasta nuestros días—, ni en el sentido figurado, que implica la manera cansona y extensa de referirse a cualquier tema, les haré "la historia del tabaco".

Pero si de falsificaciones se trata, hay que volver la vista hacia dentro de Cuba, donde andan sueltos y circulan a sus anchas los "Tupamaro".

Aunque nada tienen que ver con los terroristas urbanos de Uruguay de las décadas del sesenta y setenta, es por esos años que surgen los Tupamaro criollos, debido a la escasez generalizada de productos que comenzó en la Isla por esa época y que permanece entre nosotros hasta el sol de hoy, con la consecuente alza en los precios —sumamente excesiva— de todos los bienes de consumo.

Con su habitual mezcla de ingenio y choteo, la gente de pueblo nombra así a los cigarrillos hechos en casa para el consumo privado o con destino al mercado negro. Tal vez deban su nombre a esa forma ilegal en que se producen y circulan, pero también al extremo daño que causan a los fumadores.

Cuando los Tupamaro se destinan al consumo particular, y de acuerdo con el grado de carestía en recursos, quien los prepara utiliza cualquier tipo de papel: desde la hoja de un libro sagrado o un diccionario, hasta el periódico del Partido Comunista o la Gaceta Oficial de Cuba. Los peores se elaboran con colillas recolectadas en ceniceros, e incluso, con aquellas que los fumadores tiran en calles y aceras: veneno a pulso.

Aun así, los adictos de muy bajo nivel económico implorarán la venta, por algunos centavos, de la peor versión de Tupamaro. Y quizás el infeliz productor de autoconsumo ni siquiera se libre de los "picadores", esos personajes que sólo fuman los cigarrillos ajenos.

Pero otros Tupamaro se confeccionan con papel de fábrica, mediante maquinitas artesanales inventadas para transacciones más amplias. Aunque pueden emplearse desperdicios de colillas, la versión más perfeccionada de los cigarrillos caseros se realiza con la picadura y el papel que se "extraen", por separados, de las fábricas estatales.

Incluso, mediante componendas subrepticias, esta última modalidad logra "colarse" en los estanquillos de venta estatal, camuflado con la envoltura de los cigarrillos Populares, marca legalizada, pero de baja calidad cuando se comercializa en moneda nacional. Sólo los consumidores más sagaces se percatan de la farsa —cuando ha sido elaborado con la picadura de las colillas— por el mal terminado en la manufactura o por el desagradable sabor del cigarrillo.

Una vez más, la voz popular hace gala de sabiduría cuando llama Tupamaro a los cigarrillos clandestinos, cuya circulación dentro del territorio cubano, sin lugar a dudas, supera los millones de "falsos puros" cubanos que andan sueltos por otras tierras del planeta.

Y esto sí es un notición, porque en el país que posee "el mejor tabaco del mundo", sus pobladores fuman lo peor, nada de habanos.

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