www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
   
 
La Habana: Bien o mejor
Las violentas condiciones de prisión del periodista Ricardo González Alfonso, condenado a 20 años tras la última ola represiva, no han hecho mella en su sentido del humor.
por LUIS CINO
 

"Cuando no estoy bien, estoy mejor", escribe Ricardo González Alfonso en sus cartas desde la prisión Kilo 8, en Camagüey, donde cumple una pena de 20 años de privación de libertad.

R. González
Opositor preso Ricardo González: 'Cuando no estoy bien, estoy mejor'.

Serio e incansable para su trabajo, pero un eterno jodedor cubano, la decena de agentes de la Seguridad del Estado que la tarde del 18 de marzo de 2003 allanaron su casa y se lo llevaron, luego de más de 10 horas de minucioso registro, como si fuera un peligroso criminal, ante sus bromas parecían más desconcertados que el propio detenido.

Ese día, la policía política no destruyó el resultado de la labor incesante que desde 1996 venía realizando el periodista y escritor, de 53 años de edad. Además de desmantelar la sede de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling, de la cual era presidente González, los agentes cargaron con todo, desde computadoras hasta presillas y hojas de papel, para impedir que pudiera haber un tercer número de la revista De Cuba, que el disidente dirigía.

La revista, aparecida en diciembre de 2002, fue la primera publicación independiente cubana que se atrevió a declarar en sus páginas la dirección de su sala de redacción, que no era otra que una habitación transformada en tal, en la casa de Ricardo González en el municipio capitalino de Playa.

Allí, con un puñado de colegas, cigarro tras cigarro, bebiendo café en cantidades industriales, infatigable y siempre optimista frente a las muchas dificultades, Ricardo González creó la revista. Destinada, según el editorial que escribió para su primer número, "a los cubanos que viven en la Isla, a quienes tergiversan el pasado y pretenden imponerle un futuro ajeno a sus esperanzas".

La empresa, que "parecería un milagro si no hubiera sido una necesidad nacional", fue difícil, como ha resultado casi todo en la vida de González Alfonso.

Proveniente de una familia de clase media acomodada, pasó en su infancia del exclusivo colegio La Salle, de Miramar, a una escuela de nombre emblemático: Cuba Socialista. En ella estudiaba cuando, a los once años de edad, sufrió su primer interrogatorio.

Pasó el tiempo y nuevos tropiezos con el orden revolucionario. "Cuando no estoy bien, estoy mejor", repetía, testarudamente optimista, mientras rodaba por los más disímiles empleos, vapuleado por la intolerancia y el extremismo, asimilando los golpes que significaron la enfermedad y la muerte de sus padres y de su hermano Tony, el de las mil voces, quien le habló como el coronel Resóplez muchos años antes de que surgieran y se popularizaran los dibujos animados de Elpidio Valdés.

Los que redactaron el acta acusatoria contra él, un clásico de la infamia, tal vez ignoraban que cuando en 1996 Ricardo González se inició en la prensa independiente, hacía años que escribía guiones televisivos, cuentos, poesía y literatura infantil, con inquisidores y sin ellos.

Pese al hostigamiento y las amenazas de la policía política, siempre defendió su derecho a luchar por la libertad de expresión y a seguir haciendo en su país lo que más disfrutaba y mejor sabía hacer: escribir. Sin perder el optimismo ni el buen humor, aunque le doliera a los mandarines.

Debe ser a eso a lo que se referían en dicha acta los fiscales con cerebro de plomo, que lo tildaron de "sujeto de pésima conducta social".

Una conducta que mantiene en prisión porque, según narra su compañera, Alida Viso, las crueles condiciones de su confinamiento en celda aislada no han logrado hacer mella en su sentido del humor.

"Cuando no estoy bien, estoy mejor". Esa ha sido la divisa del escritor y periodista a lo largo de su vida. Los embates de la mala suerte, los dramas familiares, la mala salud y el acoso policial no han logrado que la cambie. Sus carceleros tampoco lo lograrán.

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