www.cubaencuentro.com Jueves, 29 de enero de 2004

 
   
 
La Habana: Ciudad sobre huecos
Los 'bombardeos' de los años ochenta han dejado secuelas estructurales en el paisaje urbano de la capital cubana.
por TANIA DíAZ CASTRO
 

Cuando me senté ayer en la sala de la casa de Berenice, y mientras me contaba la enfermedad de su esposo y la suya —dos ancianos de 70 años—, no podía dejar de observar las profundas grietas que se veían en las paredes, arquitrabes y techos de su apartamento, construido y considerado de lujo en los años cincuenta, y situado en El Vedado, en La Habana.

Derrumbe en La Habana
Habana: Hacinamiento encima; túneles debajo.

¿Acaso este bonito edificio, compuesto por amplios y confortables apartamentos se encuentra en tan pésimas condiciones por estar a un kilómetro del mar; por la falta de mantenimiento durante 45 años de régimen castrista o porque los materiales de su fabricación no fueron los mejores?

Le pregunté a Berenice la causa de tan numerosas grietas. Se levantó del butacón y me invitó a recorrer el apartamento. En todas las paredes se veían las mismas rajaduras.

- Todo ha sido por los bombardeos…

- ¿Los bombardeos? —pregunté intrigada.

Mientras Berenice me explicaba lo ocurrido años atrás, recordé aquellas palabras de Fidel Castro sobre la posibilidad de que Cuba fuera "hundida en el mar".

- Mire usted, hace más de 15 años que estoy tratando de permutar de casa —me dijo—. Como ve, mi esposo y yo no hemos podido reparar los daños de las explosiones. Nuestros ingresos siempre han sido muy bajos y los materiales de construcción y la mano de obra muy caros. Vine a vivir aquí en 1980. Un año después, Castro ordenó las explosiones para abrir túneles debajo de nuestros edificios.

- ¿Y no se quejaron los vecinos?

- Por supuesto. Todo fue muy rápido. Comenzando las detonaciones, las paredes se rajaron. La autoridades del gobierno nos decían que los túneles tenían que abrirse "en bien de la patria". Luego escribimos cartas a los organismos correspondientes para que repararan las roturas. Desde entonces estamos esperando.

Al poco rato, se me ocurre caminar por El Vedado, aunque en nada se parezca a aquel otro de los recuerdos, con sus frondosos árboles, sus canteros con plantas ornamentales, sus edificios impecables, sus calles iluminadas y limpias. Uno de los barrios más bellos de la capital cubana, donde se combinaba con verdadera maestría lo moderno y lo tradicional.

Resulta paradójico que siete años después que La Habana sufriera graves daños por la apertura de galerías subterráneas para una guerra imaginaria, por iniciativa del propio gobernante se creara el Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital (GDIC), cuyos especialistas tienen la tarea de trabajar por una Habana más funcional para elevar la calidad de vida de sus habitantes. Pero me pregunto, ¿preservar los valores de la ciudad equivalía a romper edificios como el de Berenice?

Al llegar a casa conversé por teléfono con una amiga arquitecta sobre lo ocurrido. Ella me explica los graves riesgos que corre el edificio donde vive Berenice, sobre todo si la cimentación, como es de suponer, está también dañada. O sea, que existe la posibilidad de que este edificio se hunda en el mar dentro de un tiempo, en una fecha imprevisible.

¿Se sobrentiende entonces por qué los cimientos de los edificios cubanos se encuentran resentidos?

Algunos señalan, con cierto humor, que La Habana es un queso, de tantos huecos que se han abierto en el subsuelo. Pero esto nos hace poca gracia. Muchos menos a Berenice, seguramente.

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