www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
   
 
Ottawa: El asesino no está en los 'otros', sino entre nosotros
¿Cómo hacemos para resolver nuestros conflictos de otra manera?
por JUAN ANTONIO BLANCO
 

He visto y oído muchas cosas horribles en mi vida. Pero el horror no deja de conmoverme. He leído sobre niños muertos en bombardeos "inteligentes" y sobre las mujeres fusiladas por los padres de esos niños por no llevar velo. He sabido de viejos ametrallados por tanques israelíes y de novios volados en pedazos en plena boda judía por los hijos de esos viejos.

Trenes
Atentados en Madrid.

Ahora los que tienen agravios con la política del Partido Popular —sean nacionales o extranjeros— se consideraron en el derecho de asesinar a mansalva a quienes iban a votar por él y contra él. Como dijo Ghandi: "Si se aplica la política del ojo por ojo, pronto todo el mundo estará ciego".

Creo en la necesidad de sustituir nuestra actual cultura política por una cultura de derechos humanos. Pienso que es el giro mental más radical y deseable posible. De nada sirven los cambios de preferencias ideológicas dentro de una misma cultura política en la que todo vale para obtener ciertos fines y "el enemigo" no es considerado un ser humano.

No toda persona habría servido para poner una bomba en un tren lleno de inocentes, pero hay todavía demasiadas dispuestas a cumplir con órdenes impartidas por una cadena "legítima" de mando, oficial o paramilitar, que los envíe a matar a "otros" en el contexto de una guerra considerada "justa" por el grupo social al que pertenecen, sea aquella regular o irregular.

La cultura de derechos humanos aporta una nueva lógica que se opone a toda acción, sea de derechas o izquierdas, que transgreda los derechos básicos —inalienables— de otro ser humano. A diferencia de lo que ocurre con las concepciones políticas basadas en la razón instrumental, para la cultura de derechos humanos la vida es siempre sagrada y los medios son tan importantes como puedan ser los fines perseguidos con ellos.

Los líderes nos dicen que debemos "estar dispuestos a dar nuestra vida" por "la causa" (cualquiera que ella sea), cuando en realidad nos piden que estemos dispuestos a matar en su nombre. Hasta que las personas no autoliberen su conciencia de las presiones del grupo al que pertenecen, obren como ciudadanos y no como "masa", y aprendan a respetar los derechos de sus adversarios como propios, esta carnicería no va a poder ser superada, sino va a empeorar.

Los criminales que actuaron en Madrid, lamentablemente, no son parte de una subespecie. No son pocas las personas en todas las latitudes del planeta que —de estar sometidos mentalmente a supuestos religiosos o políticos de igual intolerancia— podrían haber llegado a hacer lo mismo. Bastaría que creyesen que Dios, la Patria, el Pueblo o la Historia estuviesen de su lado. Antes nos sorprendieron las barbaridades cometidas por cultos alemanes en la II Guerra Mundial y por afables americanos en Vietnam. No hay que buscar al asesino en "los otros"; siempre está entre nosotros.

Ahora, por supuesto, es necesario buscar y castigar a los culpables, pero dentro de lo exigido y normado por el Estado de Derecho. Esta debería ser la hora de hacer prevalecer la razón, no el odio al grupo étnico o social al que pertenezcan los asesinos, lo cual sólo contribuiría a que se repita este ciclo macabro una vez más. Pronto se desatarán las fobias contra humildes árabes inmigrantes que huyeron del hambre y la autocracia en sus países para legarle un mundo mejor y pacífico a sus hijos. Hay que impedirlo.

¿Cómo hacemos para resolver nuestros conflictos de otra manera? Desde el conflicto familiar, donde se ejerce la violencia doméstica; el nacional, donde un alcalde es asesinado por no creer en el separatismo; hasta el internacional, donde grupos cegados por el odio se desplazan por el mundo a cobrar los ojos y dientes de aquellos en que creen ver simbolizados a sus victimarios. Como dice Touraine: "¿Podremos vivir juntos?". Por ahí anda la cosa… y mucho debería interesarnos a los cubanos reflexionar sobre ello.

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