www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
   
 
Ottawa: Carta de despedida a nuestros familiares de Madrid
por RAFAEL SOLíS
 

Queridos Neil, Nieves, Francisco, Sandra, Mohamed...

Como el jueves no tuve tiempo de despedirme en el andén lo hago ahora, sin duda un poco tarde. De todos modos, la despedida el jueves no hubiera sido altisonante, sino más bien común. Algo así como "hala, a pasarla bien, a ver cuándo nos vemos de nuevo". Y yo seguí a lo mío, a lo de todos los días, como vosotros, al bregar diario de ganar el pan para que mi familia coma. Jamás se me hubiera ocurrido que una cosa tan simple como tomar otro tren —vamos, hubiera podido ser el vuestro, ¿no?— pudiera representar la diferencia entre la vida y la muerte. Pero así fue.

M11
Atentados en Madrid.

Alguno que otro me ha dicho que he tenido suerte porque no me tocó a mí, queriendo decir con ello que soy afortunado porque estoy vivo. Sin embargo, Neil, Nieves, Francisco, Sandra, Mohamed, no sé por qué desde el jueves me viene a la mente siempre el otro significado más concreto del verbo tocar y no se me quita del pensamiento la idea de que sí, jolines, que sí me tocó a mí también, si por tocar entiendo que me ha cortado en dos lo que os han hecho. ¡Qué sí, que me ha tocado a mí también!, si por tocar entiendo que nuevamente tengo que rendirme a la evidencia de que los seres humanos van en dos bandos, como dijera el poeta: "los que fundan y construyen y los que dividen y destruyen".

Por eso digo que lo de Madrid también me ha tocado a mí, porque me he pasado la vida queriendo creer que el ser humano es por naturaleza bueno y hoy tengo que admitir que el poeta tenía razón, que hay dos bandos, sí señor, el de los buenos y el de los malos. Si eso no es tocarme a mí, quiero decir que me concierne, entonces no sé qué significa eso de "no me tocó a mí".

Y en esto no termina eso de los dos bandos, queridos Neil, Nieves, Francisco, Sandra, Mohamed, los del tren de Madrid... Hay más. Vosotros, que sin duda pertenecéis a los que fundan y construyen, y justamente por eso ya estabais sentados en el tren tan de mañana, para ir a fundar y construir, os diferenciáis de los que dividen y destruyen en que aún hoy, cuando ya hemos detenido a algunos presuntamente vinculados al 11-M, todavía os referís a ellos llamándolos "sospechosos". Más aún, mientras dure el proceso judicial los llamaréis "acusados" y nunca "culpables". Otra diferencia, fundamental, entre vosotros y ellos (digo ellos porque los adjetivos de la Real Academia no alcanzan para definirlos).

En estos días, hablando con una colega, nos traicionó esa parte de la naturaleza humana que sale a relucir cuando a pesar de que no nos tocó el turno en una tragedia, sí nos tocó la tragedia. Y nos perdíamos en reflexiones acerca de cómo castigar a los "sospechosos" de haber causado semejante barbaridad, y no era muy edificante lo que se nos ocurría para que los culpables entendieran lo que significa aquello de "te tocó a ti esta vez, majo". Y rápidamente, segundos después de hablar de castigos, nos volvió a traicionar la naturaleza humana, esta vez la parte que define a qué bando se pertenece, si al que funda y construye o al que divide y destruye.

Y dijo ella, que es como si todos nosotros dijéramos, "el problema con todos esos castigos es que nos podemos equivocar y estaríamos ejecutando a inocentes". ¡Y vive Dios que tiene razón! Y es eso más que ninguna otra razón lo que define a vuestro bando, a aquellos sentados en el tren camino a Madrid, que aun desde el dolor, la ira y el clamor por la justicia, pertenecéis a los que sienten respeto por la vida humana, eso que no tuvieron por vosotros.

Queridos Neil, Nieves, Francisco, Sandra, Mohamed... ayer me preguntó alguien si tenía familia en Madrid. Como mi familia vive en el norte, casi le respondo que no. Pero enseguida recapacité y, pensando en todos vosotros, los del tren, los que habéis salido de mañana a fundar y construir, pensando en aquellos de los que no me pude despedir en el andén, le respondí que sí, que desde el 11 de marzo tengo mucha familia en Madrid.

¡Adiós!

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Caracas: Una duda lacerante
ANTONIO SáNCHEZ GARCíA
Santiago de Chile: Los desaires de La Moneda
MIGUEL CABRERA PEñA
Lisboa: 'No me maten, no me olviden'
MIGUEL RIVERO
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir