www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
La Habana: Prefiero no morir
por LUIS CINO
 

La música tradicional cubana cuenta con una canción que, aun de adulto, me sigue produciendo los mismos escalofríos que sentía en la niñez cada vez que la escuchaba. Se titula Boda negra y narra aquella historia del viejo enterrador de la comarca y su hallazgo de un testarudo amante abrazado al rígido esqueleto de su amada.

Slogan
¿Eslogan revolucionario o epitafio?

Tal vez por los escalofríos, siempre asocio dicha canción con la más tremenda de las consignas gubernamentales: "Socialismo o muerte". Es escalofriante, además de redundante, condicionar la vida de todo un pueblo a la supervivencia de una ideología que —al menos en su versión cubana— de todos modos lo mata de miserias, frustración y desesperanza en medio de cantos patrioteros y verborrea triunfalista.

En los días en que el color rojo se borraba de los mapas con el desplome soviético, el lema "Socialismo o muerte" reemplazó el de "Patria o muerte" de los días de La Coubre, que recién cumplió 45 años, un par menos de los que llevó vividos.

La voladura del barco belga cargado de armamentos hizo temblar los cristales de las ventanas de mi ciudad, pero no la determinación de luchar por lo que consideraban justo y hermoso quienes entonces eran mayoría. Sucede que 45 años es un tiempo demasiado largo, lo suficiente para el desencanto y la decepción.

Suelo diferir frecuentemente con el gobierno de mi país, más de lo aconsejable por la seguridad… del Estado. En especial y diametralmente, acerca de las causas por las que vale la pena morir.

Como la mayoría de mis compatriotas, que no pedimos a nadie que nos hiciera partícipes de epopeya alguna ni pretendemos emular a los numantinos, sino sólo vivir, tranquilos y dignos, no me resulta nada halagadora la idea de hundirnos en el mar, quedar reducidos a polvo —aunque sea enamorado— o cualquier otro tipo de inmolación por el apego al poder de una élite que con intolerancia calvinista se empecina en el monopolio de la patria.

Política aparte, los cubanos somos unos empedernidos gozadores de las cosas buenas de la vida, sin vocación alguna de suicidas y a los que la genética comunista no ha logrado transformar en kamikazes, mujaidines o fedayines.

El poeta Ramón Fernández Larrea se atrevió a parafrasear el Himno de Bayamo: "Morir por la patria es… morir por la patria". Fue lo que hicieron en abundancia mis compatriotas en las guerras independentistas. Otra cosa es morir por una ideología fracasada en medio mundo, condenada por las leyes de la historia, la economía y la vida.

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