www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
   
 
México D.F.: Entre México y Cuba, una sola raíz
por MIGUEL COSSíO WOODWARD
 

"Entonces tú padre es el que se radicó aquí en México", le dijo Orlando Silva a mi hijo cuando éste tuvo que ir a verlo con motivo de un engorroso y absurdo trámite migratorio. Nos extrañó la expresión "se radicó", en lugar de la tradicional fórmula de "se quedó", porque Silva sabía perfectamente, al igual que toda la nomenclatura del Partido, que yo me había "quedado" en México años atrás y que no tenía relación alguna con mi país de origen.

Vicente Fox
Presidente Fox: 'Si gobiernos anteriores aguantaban injerencias, ofensas a los mexicanos o a nuestro país, yo sí estoy defendiendo y voy a defender siempre la dignidad de los mexicanos'.

Pensé que eso se debía, tal vez, a una curiosa delicadeza de quien me había conocido cuando yo era funcionario cultural de la embajada cubana, en algunas de las ocasiones en las que él venía a México para realizar, exactamente, lo mismo que hicieron hace poco sus jefes Arbezú y Lobaina, en misiones del Departamento América que el gobierno mexicano con seguridad conocía y acaso aceptaba pasivamente.

Ahora, sin embargo, Orlando Silva debe andar en La Habana, por los pasillos del Comité Central, leyendo los cables de las agencias internacionales, viendo una y otra vez los vídeos que también lo llevaron al descalabro, y tratando de acostumbrarse a la idea de que, más temprano que tarde, pasará de ser persona non grata en México a nonperson en Cuba. Tal es el destino de quienes ya no les son útiles al régimen castrista.

El asunto tiene una significación especial para mí. De madre, tíos, primos, abuelos y bisabuelos mexicanos, hasta donde llegue la genealogía, pertenezco a la primera generación familiar de mexicanos nacidos en Cuba y, en consecuencia, tengo sangre, herencias y raíces mexicanas, así como formación, vocación y profundo amor por Cuba, donde dejé niñez, juventud y sueños.

Mezcla de tristeza y alegría

Mexicano y cubano al mismo tiempo, me enfrento a esta crisis de las relaciones entre ambos países con una mezcla de tristeza y alegría. Tristeza, porque las acciones de los Arbezú, los Lobaina y, en definitiva, del desagradecido Fidel Castro, han empañado la historia de hermandad y cariño que unieron siempre a México y Cuba, y de las que vengo y venimos todos los que, como Martí, no nos consideramos extranjeros ni allá, ni aquí. Alegría, porque finalmente están claras las posiciones y las reglas del juego, y ya México no se hará de la vista gorda cuando en Cuba se encarcela injustamente a disidentes, como a mi admirado amigo, cubano de pura cepa, Raúl Rivero. Tristeza, porque sé a ciencia cierta que la dictadura castrista no admite siquiera la menor duda, la más ligera discrepancia, la más tímida opinión, y que no perdona, ni olvida jamás lo que en consecuencia considera como ofensas y heridas a su integridad y legitimidad.

Que no se haga ilusiones el actual gobierno mexicano: Castro jamás olvidará lo que se ha dicho, jamás se reconciliará y jamás detendrá su puño y maquinaria vengadora hasta que no aplaste por completo a quienes define como sus adversarios. Tanto sus amigos como sus enemigos son, o deben ser incondicionales, y aunque puede borrar en cuestión de minutos los servicios que le hayan prestado un Silva, o hasta un mártir, nunca olvidará y siempre castigará con todas las armas a su alcance cualquier desavenencia, por mínima que sea.

Me alegra, con todo, que el presidente Fox haya puesto en alto la dignidad de la nación mexicana. Éste es un país donde, a fin de cuentas, yo tengo derecho a decir y escribir lo que pienso, a hablar sin hipocresía, como nos enseñó Luz y Caballero en la Cuba colonial. No es perfecto, y podría enumerar una larguísima serie de defectos y problemas gravísimos, pero aquí he podido escuchar y ver, en vivo y en directo, las diatribas de Felipe Pérez Roque contra México, y las puntuales respuestas de las autoridades mexicanas, algo a lo que no tienen derecho mis hermanos cubanos.

Me alegra haberme "quedado", no "radicado", según el eufemismo de Silva, porque la patria no es solamente un lugar, sino el sitio de libertad donde el hombre sueña y trabaja por un mundo mejor. Y me alegra, sobre todo, la esperanza cierta de que no me iré de este mundo sin haberme "vuelto", sin regresar y ver la regeneración de Cuba, en su unión indisoluble con México, mi patria también.

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