Gracias al documental Noticias desde la cárcel de Fidel, realizado por los periodistas suizos Beat Bieri y Ruedi Leuthold, el nombre de Raúl Rivero se ha vuelto familiar para los asiduos a los canales SF-1 y SF-2, de la Suiza central.

Pero no fue hasta la noche del domingo 20 de junio cuando las historias grabadas en La Habana por Bieri y Leuthold rebasarían las fronteras helvéticas: el canal 3-Sat las llevaría también a televidentes de Alemania y Austria.

A modo de homenaje por el 20 de junio, Día Mundial del Refugiado, el 3-Sat ofreció dos platos fuertes: Noticias desde la cárcel de Fidel y Jineteras, la prostitución de las cubanas, de las periodistas suizas Susanne Hennenkemper y Mari Serrano. Ochenta y cinco minutos en total dedicados a mostrar realidades no siempre conocidas en el Viejo Continente.

Dos noches antes, el 18 de junio, Raúl Rivero y otros periodistas independientes presos eran recordados por 400 personas reunidas en Estrasburgo, Francia, en emotivo acto presidido por los escritores Jorge Semprún y Zoè Valdés.

Muchas son las iniciativas. Desde el mes de mayo, la sección Suiza de Amnistía Internacional recoge firmas por la excarcelación de Rivero y el resto de los apresados en marzo de 2003. Los presos políticos cubanos estuvieron presentes en Ginebra, durante los debates de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en marzo y abril últimos. Ellos también han sido el centro de conversatorios en Zurich y Lucerna, entre otras ciudades suizas. Numerosos medios de la Unión Europea y de la Confederación Helvética les han dedicado espacio en el primer semestre de 2004.

Hace cuatro años, en una de sus inigualables crónicas salpicadas del humor que le caracteriza, Raúl Rivero llamaba "desprevenidos" a los suizos. Lejos estaba de imaginar que estaría injustamente encarcelado en su Ciego de Ávila natal, donde no muy lejos de la prisión están enterrados sus abuelos, y que a miles de kilómetros de distancia, una cifra en aumento de "desprevenidos suizos" le ofrece hoy solidaridad y se empeña para que él vuelva a escribir libremente y viajar sin restricciones.

Y pueda así cumplir ese sueño del que tantas veces me habló mientras tomábamos café en el balcón de su casa: pasar una temporada haciendo poesía en un pueblito perdido de Europa.