www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
  Parte 1/2
 
Nueva Jersey: Memento morti
¿Suman en realidad 10.000 las muertes provocadas por el castrismo? ¿Internacionalistas y balseros clasifican entre las víctimas?
por ALEXIS ROMAY
 

La muerte por motivos políticos es siempre una atrocidad. Veamos un caso: hace unos días, un amigo argentino me hablaba de los desaparecidos en su país. Por una cuestión que no admite ideologías, por motivos básicos de humanidad, porque aprecio la vida humana y porque no veo cómo no hacerlo, me conduelo con él. El caso argentino, ya se sabe, es triste y mundialmente conocido.

J. Tresaco
El escandaloso silencio de las buenas personas (Javier Tresaco).

Sin embargo, cuando llegó mi turno de exponer mi cicatriz, cuando quise hablar de la barbarie sufrida por mis coterráneos, encontré en mi interlocutor un notable escepticismo, por no decir rechazo frontal. La causa: el pibe jamás había oído hablar de los desaparecidos cubanos. Y no se le puede culpar. Muy pocos (exilio nuestro incluido) hacen referencia a los desaparecidos del régimen de la Isla.

Me parece responsable y necesario que comencemos a usar este término. ¿Acaso no han desaparecido cientos de miles de nuestros compatriotas en el mar? Y quienes perdieron la vida en Angola, Nicaragua y el resto de las campañas bélicas acuñadas con el famoso circunloquio ("internacionalismo proletario"), ¿no califican también como desaparecidos? Sobre todo, teniendo en cuenta que muchos de sus cadáveres no pudieron recuperarse de aquellos distantes campos de batalla. O, lo que es lo mismo: sus cuerpos desaparecieron.

¿Cuáles son los requisitos para nominar en el catálogo mundial de los desaparecidos? ¿Ser víctima de una dictadura de derechas? Y los que desaparecen en las dictaduras de izquierdas, ¿qué son?

Por otra parte, el estoicismo de la disidencia cubana y su (consiguiente) presidio político en la última mitad del siglo pasado, merecen ocupar cientos de páginas en nuestra historia (el día en que ésta se rescriba). Ameritan también, cuando menos, profunda admiración y respeto: cuántas vidas valiosas no fueron truncadas en la Isla en las últimas cuatro décadas y media; y quienes no murieron, quienes aún no han muerto, cuántos años les hicieron perder, les hacen perder, tras las rejas, arbitrariamente alejados del mundo de los vivos, ay, su mundo.

Para dar cuenta de tanta dignidad silenciada, ahí están (entre otros) el reciente diario (escrito desde la cárcel) de Manuel Vázquez Portal, las biografías de Ana Rodríguez y Huber Matos, las "baladas de la sangre" de María Elena Cruz Varela, la crónica del martirio de Pedro Luis Boitel, los versos que por estos tiempos le confiscan a Raúl Rivero, la osamenta de quienes murieron en el paredón mientras gritaban a las balas "¡Viva Cristo Rey!", los uniformes amarillos con las emblemáticas letras "pe" que señalaban a quienes se plantaron frente al poder y dijeron: "no claudico".

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