www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/3
 
Miami: De(con)struyendo a Derrida
El pensamiento del filósofo francés representa un terreno fértil para satisfacer ese afán perenne de mantenerse al día que persigue al intelectual cubano.
por ALEJANDRO ARMENGOL
 

Jacques Derrida ha muerto y lo extraño para mí es la "extrañidad" de esa muerte. He leído obituarios aquí y allá, en los principales periódicos del mundo, pero no en afán nostálgico sino aspirando a la nostalgia. Derrida no me pertenece, porque no conocí su obra en Cuba. Abandoné la Isla en 1983 y mis referencias en el pensamiento francés se limitan en parte a Claude Lévi-Strauss, Louis Althusser y las diversas escuelas psicológicas, desde Jean Piaget a Henry Wallon —pasando por la teoría de la motivación de Joseph Nuttin— para llegar luego a los análisis literarios opuestos y complementarios de Roland Barthes y Lucien Goldmann.

J. Derrida
Filósofo Jacques Derrida.

Pertenezco a una generación puente entre el existencialismo de Jean Paul Sartre y la filosofía de la deconstrucción de Derrida. Una definición que omite la cronología, porque la obra del filósofo recién fallecido ganó notoriedad —primero en Francia, luego, y principalmente, en Estados Unidos— durante la década de 1960, pero explicable en mi marco de referencia cubano, donde aún se experimentaba un retraso de varios años entre lo que ocurría en el mundo y su noticia en la Isla: jóvenes fanáticos a principios de los años setenta de la Nouvelle Vague —ya para entonces había pasado la ola— que no conocieron en su momento el giro de ciento ochenta grados del cine norteamericano, para citar un ejemplo que tiene más que ver con la autobiografía que con la filosofía. El hecho de que Derrida tuvo más resonancia en EE UU que en su patria (aunque nació en Argelia, siempre fue francés de punta a cabo) no es ajeno a esta anomalía.

En fin, que me fui de Cuba antes de que Reina María Rodríguez iniciara sus reuniones en la azotea y a Antonio José Ponte lo conocí en Miami. Así que términos como "deconstrucción" y "postmodernismo" —aplicados a la realidad cubana— sólo los conozco a través de la lectura de los trabajos de Rafael Rojas, Iván de la Nuez, Madeleine Cámara y Emilio Ichikawa, entre otros, y siempre me recuerdan el tiempo transcurrido entre mi partida y la realidad cubana.

Siempre encontré en Derrida —un autor que me interesa por la posibilidad de apropiación literaria de sus escritos, pero que filosóficamente me deja indiferente— a uno de los tantos pensadores europeos ideales para ganar adeptos en la Isla. Su pensamiento —en que la complejidad es parte indispensable del estilo— representa un terreno fértil para satisfacer ese afán perenne de mantenerse al día que irremediablemente persigue al intelectual cubano. Como consecuencia lógica, la búsqueda de explicaciones y justificaciones a fines diversos —algunos sin duda lamentables— que intentó Derrida, encaja como anillo al dedo cuando se intenta una aproximación a la Cuba del Período Especial y el fin de la Unión Soviética y el campo socialista.

Para los cubanos, hay dos aspectos fundamentales de la obra de Derrida que merecen destacarse. Uno es la continuación de la tradición francesa del intelectual crítico hacia la sociedad, en su momento defensor de los disidentes checoslovacos y en los últimos años abanderado de los valores éticos frente a la globalización y la hegemonía norteamericana. El segundo es su método de análisis literario, que cuando no se adopta con un criterio escolástico contribuye al conocimiento de un autor y su obra.

1. Inicio
2. En este segundo...
3. 'Deconstrucción' no...
   
 
RegresarEnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Gogol, Pinocho y el Comandante en Jefe
JOSé PRATS SARIOL, México D.F.
La Habana: Respuestas prenatales
ORIOL PUERTAS
Barcelona: Lenin o Lennon
MANUEL PEREIRA
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir