Para los cubanos, los viernes 13 son días marcados por la desgracia. En ese sincretismo singular entre santería y catolicismo esos son días para no salir de casa. Los organizadores de los XXVIII Juegos Olímpicos de Atenas no prestaron atención a esa fecha y el 13 de agosto efectuaron una espectacular inauguración de los Juegos.

La Habana: Charley contra Atenas.

Pero a miles de kilómetros, en el otro lado del Atlántico, en la madrugada del 13 de agosto, el huracán Charley, con fuerza 3 y vientos sostenidos de 200 kilómetros por hora, pasó por las provincias de La Habana y Ciudad de la Habana y arrasó.

Sus vientos se llevaron cuantos techos de zinc encontraron a su paso. Barrió con la producción agrícola. Derrumbó más de 15.000 viviendas, casi todas en mal estado. Los daños del ciclón Charley superaron los mil millones de dólares. Destrozó el tendido eléctrico de la capital y dejó sin electricidad a Ciudad de la Habana, La Habana y Pinar del Río. Estas dos últimas provincias estuvieron a oscuras entre 7 y 14 días. Para más desgracia, en esos días faltó el agua y el gas, y a más de un cubano común, ensopado en sudor y con hambre, le pasó por la mente suicidarse. La sangre no llegó al río, pero poca gente estaba para los Juegos de Atenas.

En la Isla, un radio con batería es casi un lujo, por tanto en la zona occidental de Cuba pocas personas escucharon la inauguración olímpica. 48 horas después el servicio eléctrico se restableció en Ciudad de la Habana y, aunque los apagones continúan entre 7 y 10 horas diarias, la gente de la capital pudo ver algo de lo que sucedió en Atenas.

En este verano supercaliente miles de fans se pegaron al televisor desde horas de la madrugada para ver lo que más vale y brilla en el mundo del deporte. La actuación cubana fue inferior a lo que se esperaba. Cuba obtuvo nueve preseas de oro, siete de plata y once de bronce, para ocupar el lugar once.

Descendimos del noveno lugar de Sydney y por vez primera desde 1980, en los Juegos de Moscú, no ocupamos un escaño entre las 10 primeras naciones. Claro, la caótica economía centralizada y la escasez de recursos atentan contra el desarrollo deportivo.

También la desacertada política de los jerarcas del deporte, que no permiten a nuestros atletas competir en clubes o ligas profesionales, eleven su nivel deportivo y obtengan salarios decentes. Esta política torpe ha traído como resultado que se marchen del país más de 300 atletas desde 1991 hasta la fecha. La gran mayoría son beisbolistas, pero también han buscado un futuro mejor boxeadores, voleibolistas, basquetbolistas, polistas, balonmanistas y especialistas del campo y pista. En Atenas, 15 deportistas cubanos compitieron por otra bandera. Incluso, un cubano nacionalizado español, Joan Lino Martínez, de 26 años, fue bronce en salto largo, con 8,32 metros, obteniendo mejor desempeño que el campeón olímpico de Sydney, Iván Pedroso, séptimo lugar ahora en Atenas y una de las grandes decepciones del atletismo cubano.