www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
La Habana: Las puertas del templo de todos
Liberación definitiva y reconciliación, el mayor de los retos para los católicos cubanos.
por JAIRO RíOS
 

Para cualquier cubano, por ateo que sea, visitar, ver una fotografía o tan sólo escuchar el nombre del Santuario de El Cobre, en la actual provincia de Santiago de Cuba, es aproximarse a un sensible y más que importante fragmento de la historia de Cuba.

La virgen de El Cobre
Santuario de la Virgen de El Cobre (Santiago de Cuba).

Sede y destino de peregrinaciones y retiros durante décadas, en los últimos tiempos ha servido también de anfitrión para diversos encuentros y talleres de reflexión de las Pastorales que desarrollan sacerdotes y laicos de la Iglesia Católica, en medio de la férrea censura estatal y los escollos gubernamentales de todo tipo que amenazan el normal desenvolvimiento de sus labores.

Entre los días 7 y 10 de junio del presente año se realizó el Taller Interdiocesano Justicia y Paz, preparatorio de la Semana Social Católica que se realizará en la ciudad de Camagüey en noviembre próximo. El encuentro sirvió para dar cauce a numerosas reflexiones, entre ellas la acción de los católicos cubanos en las presentes circunstancias al continuar llevando el mensaje de paz, amor, justicia, verdad y libertad.

Bajo el concepto cristiano de la servidumbre a Dios, los fieles de la Isla saben que el camino para alcanzar la paz y la reconciliación pasa por el abandono de toda muestra de rencores y odios. En una nación zanjada por más de cuatro décadas de práctica dictatorial, alcanzar la senda para la liberación definitiva es el mayor de los retos, pues sin apelar a la desmemoria es preciso hacer del cambio el necesario espacio donde quepan todos, los de todas las orillas y rincones, edades y filiaciones políticas, en aras del bien común.

Con todos y para todos

A la luz de 41 años de dictada la encíclica papal Pacem in terris, este encuentro territorial tuvo en el alto porcentaje de jóvenes participantes su característica fundamental. La sangre nueva aportó frescura y también profundidad en los debates, los cuales, por agudos que fueran los enfoques o espinosos que fueran los temas, no se apartaron del clima de respeto y tolerancia que debe prevalecer en las discusiones entre humanos.

Estos jóvenes, y cada cubano allí presente, llegaron al Taller cuando se cumplían casi quince meses de la feroz ola represiva de marzo de 2003, crimen que puso tras las rejas a decenas de luchadores por la libertad más plena, muchos de ellos también jóvenes y hermanos en la fe. El terror impuesto no amilana a seres que no hallan paliativo ante la necesidad de encauzar sus inquietudes individuales y ya forman una amplia y creciente masa que no encuentra accesos ni modos de participación activa en la vida social de su patria. La reflexión atinada, el sosiego en la búsqueda de posibles soluciones para un país en ruina, son elementos distintivos de un sector de la sociedad con el que habrá que contar a la hora capital del abrazo entre todos.

Entre los asistentes se contaban numerosos obreros, intelectuales, trabajadores por cuenta propia, estudiantes y miembros de diferentes grupos y opciones opositoras, además de laicos con muchos años de experiencia en el duro quehacer de la Iglesia por extender su palabra a todos los confines de la Isla. La Iglesia abre así sus puertas a la pluralidad del pueblo, elemento tan imprescindible en las relaciones sociales como lamentablemente escaso a escala nacional.

Uno de los talleristas, Jorge Ramón Castillo, miembro del Instituto Independiente Cultura y Democracia, ofreció el testimonio del encarcelamiento, condena y vejación de su hermano José Gabriel, sancionado a 25 años de prisión en los tristes días de marzo de 2003. Castillo forma parte de la Comisión Justicia y Paz de la Iglesia de Santa Rita, en Santiago, y como muestra de su fe pidió en cuanta oración pública hubo por el perdón de Dios para carceleros, policías, jueces y funcionarios estatales, hundidos todos en la niebla de un odio que los enceguece, y para que se sumen a labrar ese espacio futuro de libertad total, lejos de los atropellos y las injusticias del presente.

Fueron cuatro días en los que el papel de la Iglesia en la sociedad se vio fortalecido. Marco propicio para dejar de una vez las puertas abiertas a todos los cubanos, fuera del temor a las represalias por el conflicto político que hoy asola al país. Toca ahora extenderlo en cada comunidad, allí donde es más urgente llevar ese mensaje de justicia y paz como atributos indispensables para el florecimiento de la vida en el médano oscuro en que el régimen ha convertido la Isla.

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