www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
'Seremos como el Che': ¿Asmáticos?
Se estrena en Estados Unidos el filme 'Diarios de motocicleta'.
por RAFAEL E. SAUMELL, Texas
 

En las últimas semanas, por el hecho de ser cubano, dos compañeros de trabajo me han comentado sobre el estreno de la película The Motorcycle Diaries, dirigida por Walter Salles y protagonizada por Gael García Bernal en el papel del joven Ernesto Che Guevara de la Serna. "¿Vas a verla?", preguntó el más insistente. "No tengo ningún apuro", le respondí. "¿Por qué?", volvió a indagar. "Porque no tengo mucho interés en el caso", le dije apresuradamente y para terminar la conversación. "Che Guevara quería hacer algo distinto a lo de Castro", comentó. "Igual me da", concluí y pensé aunque no le dije: "el mismo perro con diferente collar".

Fotograma
Gael García Bernal: fotograma de 'Diarios de motocicleta'.

Estoy cansado del mito y de la leyenda del Che desde hace mucho tiempo. Sin embargo, confieso que por varios años fue uno de mis héroes. A fines de los sesenta y comienzos de los setenta, el Che ocupaba en mi cabeza un lugar similar de admiración al lado de mi tía Celia Muñoz, mi abuela Pepilla Infante, Jesucristo, José Martí, el ídolo santiaguero Frank País, The Beatles, ciertos personajes creados por el cineasta Jean Luc Godard, Guillermo Cabrera Infante (el crítico de Un oficio del siglo XX) y hasta El príncipe de la novela El gatopardo, de Giuseppe di Lampedusa.

Cuando anunciaron que habían asesinado al Che lloré, como tantas veces lo he hecho al final de un gran melodrama o después de leer un poema especialmente fuerte como Los heraldos negros, de César Vallejo. Santiago Álvarez, gran cineasta y propagandista de Fidel Castro, le dedicó uno de sus mejores documentales. Después de verlo en un cine de la calle Galiano, me quedé desvelado toda una noche en el cuarto, donde mi entonces buen amigo Roberto García y su entrañable madre Celeste me dejaban dormir y recuperarme de una riesgosa operación quirúrgica.

Lo que yo veía en común entre el Che y mi tía Celia, por ejemplo, era que ambos sentían una inclinación muy espontánea y vigorosa para rebelarse contra las injusticias. De niño ella me llevó junto a mi prima Celita al entierro de otro asesinado, Frank País, líder de la guerrilla urbana. Fuimos parte de la muchedumbre que caminó detrás del coche fúnebre por las calles de Santiago de Cuba y bajo la vigilancia agresiva de la policía batistiana.

El día en que el antiguo cuartel militar Guillermón Moncada fue convertido en el "Centro Escolar 26 de julio", de nuevo Celia, Celita y yo, al igual que miles de conciudadanos, mostramos nuestro apoyo a las ideas revolucionarias.

Fin del idilio

Pronto empezaron a ocurrir algunos sucesos que hicieron cambiar de opinión a Celia y al resto de mi familia: arrestos masivos, fusilamientos, clausura de medios de información, cierres forzados de negocios privados como el Aserrío Babún, la fábrica de cemento "Titán", la cafetería "El palacio de los durofríos" y hasta las bodegas de los gallegos y de los chinos, ubicadas una frente a la otra en la intersección de las calles San Gerónimo y Reloj.

El pequeño taller de hojalatería de tío Pucho Calderín cayó en la redada de las transformaciones. Enseguida se hicieron patentes la escasez de comida, el auge de la "bolsa negra" y la audición de emisoras extranjeras de onda corta. Todos esos factores disiparon el entusiasmo pro-fidelista y pro-guevarista en mi familia. Decir en público lo que se pensaba sólo podían hacerlo Fidel, Raúl, el Che y quienes los aplaudían.

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