www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
   
 
Barcelona: Un machete mambí
Reliquias e historia hermanan a la Ciudad Condal con Cuba.
por MANUEL PEREIRA
 

Barcelona sigue enviándome señales por dondequiera que vaya. Si paso por un hotel, se llama Havana y está en Gran Vía; si voy a una discoteca, se llama Nick Habana; si me invitan a un bar, se llama Salsa Habana; si entro en una mercería, descubro que se llama La Cubana, fundada en el año 1824, en el carrer de la Boquería. De pronto me pierdo y voy a parar a una calle que se llama Pinar del Río, cerca de la Plaza Maragall. Si voy a la playa, me espera en la Barceloneta la calle Havana, y en la otra punta de la ciudad, la Plaza Havaneres.

A. M. Campos
Arsenio Martínez Campos (Barcelona), capitán general en Cuba.

Hasta las fechas históricas están curiosamente conectadas: el 26 de julio de 1835 se produjo en Barcelona la quema de los conventos; en 1909, otro 26 de julio, tuvo lugar aquí la Semana Trágica; un día como ese, pero de 1953, se produjo en Santiago de Cuba el asalto al Cuartel Moncada. Que es también una fecha trágica.

Estas casualidades no pueden dejarme indiferente. Sobre todo porque no son las únicas. Cataluña tuvo dos Capitanes Generales que también fueron célebres en Cuba: Arsenio Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón (1878), y otro de funesta memoria, Valeriano Weyler. Este último fue quien inventó allí los campos de concentración.

La "obra" de Weyler ha tenido una vasta repercusión en la Isla, sus émulos son los mismos que inventaron a principios de los sesenta el plan de siembra de eucaliptos en Guanahacabibes, para castigar a los dirigentes de mediano rango que se entregaban a la "dulce vida" y a las "fiestas de perchero". Sus epígonos también trasladaron a los guajiros de El Escambray en masa, mudándolos para un nuevo pueblo llamado Ciudad Sandino, en Pinar del Río, como parte de la lucha contra los alzados (llamados "bandidos") en las montañas centrales de la Isla. Weyler fue también el precursor de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción).

Este Weyler —después de experimentar en Cuba su "guerra total"— fue el mismo que reprimió duramente una insurrección en Barcelona, en 1909, durante la antes mencionada Semana Trágica.

Después del desastre del almirante Cervera en Santiago de Cuba (1898), el puerto de Barcelona se llenó de veteranos pidiendo limosnas. De ahí el adagio popular tan frecuente por aquí: "más se perdió en Cuba".

Como se ve, la historia nos hermana en más de un aspecto. Y esa historia va dejando reliquias por todas partes. En una ocasión asistí a una extraña ceremonia: la bendición de automóviles en la capilla de San Cristóbal, en la calle Regomir número 5.

Al enterarse de donde nací, el custodio de la capilla me llamó aparte para enseñarme "un secreto". Tras hacerme pasar por una cortina roja que cuelga detrás del altar, me introdujo en un pasadizo húmedo que iba bajando en penumbras. Algunos trozos de pared eran vestigios de la muralla romana. En esa cripta se arrumbaban cajas con cirios y restos de tallas de imagineros.

De pronto, mi guía me enseñó el "secreto". Entre los adminículos del culto, colgando de la piedra mohosa del imperio, había un machete cubano dentro de su vaina de cuero.

El custodio dijo algo así como "machete mambí". Creo que hablaba de la Guerra de Independencia. Pero yo no lo oía. Yo estaba en aquellas catacumbas, pero en realidad estaba inmerso en un océano verde de cañaverales agitados por el viento, estaba empuñando mi primera guámpara, estaba retrocediendo a las zafras de los años 65, 66, 67, 68, 69, 70… ¡España —pensé—, aparta de mí ese machete!

La ciudad no se cansa de revelarme, incluso subterráneamente, su topografía sentimental.

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