www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
   
 
Rabat: Carta de Alí Lmrabet a Raúl Rivero
 

Querido Raúl:

He debido esperar mucho tiempo antes de poder escribirte esta carta. La última vez que lo hice fue en junio de 2003. Estaba entonces postrado en una incómoda cama de hospital, allá en Rabat, Reino de Marruecos y de la indigencia política. País de la intolerancia periodística y de la mediocridad humana.

R. Rivero

Cuando me llamaron para anunciarme tu liberación, estuve buscando durante bastante rato el número de teléfono de Blanca Reyes, para felicitarla, felicitarte, y felicitarnos a todos nosotros que estamos, hoy, inmensamente contentos de saber que has vuelto entre nosotros.

Ciertamente, soy un mal periodista porque no encontré el número de Blanca. En el fragor de la alegría de saberte libre, debí pasar por cerca de algún cajón donde está seguramente guardado.

Sé lo que has sufrido, compañero. Cada vez que nos otorgaban conjuntamente un premio, en algún rincón de esta cálida y generosa España que nos arropó con su afecto y solidaridad, me llegaban noticias tuyas a través de la persona que venía a recogerlo en tu lugar. Unas veces me decían que estabas enfermo, gravemente enfermo, y otras que tus carceleros te acosaban hasta hastiarte.

Mi única manera de recordar al mundo que aún estabas detenido por el tirano caribeño, consistía en decirlo y repetirlo hasta la saciedad. Denunciarlo pública y privadamente hasta molestar algunos amigos con quien compartí sueños de un mundo mejor sin explotadores ni explotados.

No sé si mis gritos de indignación han servido para algo. Seguramente que no. Las dictaduras, que sean de extrema y tonta derecha como la marroquí, o de extrema y sanguinaria izquierda como la cubana, tienen un modo de funcionar a años luz de nuestra manera de ver el mundo en el que vivimos.

Son autocracias que sobreviven lejos de nuestros valores comunes que son la libertad y la dignidad del ser humano.

En este día de tregua, no debería recordártelo, pero me atrevo y lo hago. Tu liberación, como la de otros disidentes cubanos, no significa que el régimen que maneja los hilos en tu bella isla haya encomendado su alma a la diosa Democracia, ni que se haya arrepentido de sus vilezas pasadas. No, no, amigo Raúl. Esta gente nunca aprende. En la atalaya donde se ha voluntariamente encerrado, el régimen de tu país se identifica más al cielo que a la Tierra.

Es por eso que creo que tus desgracias, que son también las nuestras, no han acabado, no pueden acabar cuando existen en este maldito planeta gobiernos tan inmerecidos como el que rige los destinos de tu país, y personas tan insumisas y generosas como tú.

Bueno, amigo… perdón, hermano Raúl, no te entretengo más. Imagino la puerta de tu casa abarrotada de gentiles que vienen a saludarte y darte un fuerte abrazo. Allí va el mío, simbólico, lejano, pero sincero y fraternal, aunque provisional. El abrazo físico te lo daré muy pronto.

Referencias
Contra las mordazas
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