www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
La Habana: En el nuevo cumpleaños de Raúl Rivero
por RAFAEL ALCIDES
 

Querido Raúl:

Hoy 23 de noviembre tú cumples un nuevo año en cautiverio, y a mi, con millones de personas en todo el mundo que a diario repiten tu nombre y leen tus versos, me gustaría decirte que lo pases bien, Raúl, que lo pases con felicidad; pero para qué engañarnos.

R. Rivero
Raúl Rivero.

Esos millones de personas y yo sabemos que estando entre cuatro rejas condenado a veinte años de prisión, nadie, ni aun tú mismo, que tan ingenioso sueles ser, podrías simular —no digo sentir: simular— un minuto de felicidad. Y menos sabiéndote llegado a los 59 años de edad, que es como decir saberte, a partir de hoy, en el umbral de los 60, de pie, verticalmente de pie en esa misteriosa raya de sombra donde por fin deja la criatura humana de ser inmortal para asumir el ser glorioso, trascendente, que verdaderamente somos: el simple viajero, el hombre de paso, tan de paso como el viento sobre la pradera pero que a pesar de esa fragilidad se atreve a mirar el peligro con el desdén de los dioses.

Pero en tu caso, y para temores de quienes te queremos, umbral, Raúl, al que has llegado joven del alma, pero lleno de enfermedades del cuerpo llevadas de la calle, algunas, y otras aparecidas en la cárcel —donde veinte meses, no es un secreto, tanto pueden convertir en anciano al más joven de los reclusos como sacar un doctor Mengele, con título y todo, del más santo carcelero.

No te asustes, sin embargo, querido amigo. Existen los milagros, cuando no de Dios, del poder de las masas. Tantos millones de gentes marchando por el planeta pidiendo tu libertad no podrían terminar no siendo escuchados. Aparte de que el gobierno cubano, que como todo gobierno tiene por objetivo fundamental seguir siendo gobierno, no podría no haber calculado lo que ocurriría si murieras en prisión, aun cuando murieras en una muerte honestamente natural, pacífica, amistosa incluso, certificada por el cura del pueblo.

El mundo de hoy, ese mundo que espantado ve caer las bombas de Bush por donde una vez pasaron las alfombras voladoras de los días de Aladino, se ha vuelto descreído con toda razón. Ese mundo por fin aprendió que los asuntos de Estado no eran un cuento de Scherezada, y el negocio de las agencias de prensa extranjeras, por otro lado, nunca ha sido, ni será, dar por ciertas las versiones más o menos bucólicas de un probable cura pueblerino aparecido en lugares inesperados en circunstancias poco comunes.

A Franco no se le perdonó (ni le perdonarán nunca) el asesinato de Lorca. Y es muy probable que Franco, militar al fin, ni siquiera supiera que en España escribía poesía y teatro un tal Federico García Lorca. Fidel Castro, en cambio, te conoce, sabe quien eres, está enterado de tu caso, e incluso cierta vez en que te proponías viajar al extranjero a recibir un premio, habló de ti por televisión, te mencionó por tu nombre, y prohibió tu viaje. De modo que el mencionado temor que tiene sin dormir a tu esposa Blanca Reyes y a tu madre de 82 años, a mi me tiene sin cuidado. Tú no morirás en prisión, Raúl Rivero.

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